Notas para la construcción de una sociología de la fotografía digital

Todo comenzó cuando leí esta nota en El Periódico. Decidí visitar la puesta en escena en la galería àngels y hasta comprar lo que podría denominarse el catálogo de la exposición. Me encontraba  justamente escribiendo el capítulo metodológico de mi tesis (en el que discuto las implicaciones éticas del uso de imágenes) así que no pude más que preguntarme ciertas cosas. Ya se han adelantado algunas reflexiones expuestas en el blog de Elisenda Ardèvol. Curiosamente, alguien “meneó” la noticia y se montó un improvisado debate. Las reflexiones que expongo a continuación son una segunda parte de ese diálogo (imaginario) con el Sr. Fontcuberta pero, sobre todo, el mío con mi objeto de estudio que son las prácticas de fotografía digital.

Sobre la fotografía digital.

A estas alturas resulta reiterativo señalar que las prácticas que utilizan la fotografía digital, además de cumplir con las mismas funciones de la fotografía analógica (argentaria le llamaría Fontcuberta), abren toda una nueva serie de posibilidades en donde los objetos, tiempos, formas y usos de la fotografía han cambiado (cfr. Okabe & Ito, 2003; Manovich, 2003). Incluso, propone el mismo Fontcuberta (2010), cabría preguntarse si seguirla llamando fotografía no es contraproducente. Continue reading “Notas para la construcción de una sociología de la fotografía digital”

Photography and “realism”

A few months ago, I read Fred Ritchin´s book : “After Photography” of (I wrote a post about it). In that book, Ritchin was interested on the possibilities that digital technology could bring into photojournalism. He set the example of a project he did with photographer; in this project, they put the photos of the second “in context”, meaning that they told the story of how each photo was taken, linked with each other to give more information about the images.
A couple of days ago, I saw Standard Operating Procedure, a magnificent  documentary of the filmmaker Errol Morris (which by the way you can see it online), the film is an amazingly well done account of the history of the torture photos of Abu Ghraib. It takes, somehow, Ritchin´s premise about the possibilities of digital photography, since the people who are the main characters in the documentary, are precisely the people who made the photos. While the film is just good enough as a documentary, my point is about the discussion between realism and digital photography. In the 90´s, there were several voices talking about how digital technology will end forever the accurate representation of reality that was one of the main characteristics of photography. Some talked about “post-photography”, and some even said “photography was dead“. Although the debate seem less important in the current agenda on photography, at the same time, the pervasiveness and wide use of photography had opened new paths for “realism”.

Susan Sontag, one of the main contemporary thinkers on photography,  wrote a text about these photos that begins with the statement: “Photographs have an insuperable power to determine what we recall of events”, therefore, she continues: Abu Ghraib´s photos were going to be what people will recall of Iraq war.  Since: “the horror of what is shown in the photographs cannot be separated from the horror that the photographs were taken”, it becomes very relevant the fact that the photos were not shoot by professional photo-journalism but the actual soldiers in charge of the prison that were doing snapshots of their everyday life. Morris documentary takes us to the “context” of how, when, and why those photos were taken. In front of the “dead of realism”, announced by several “thinkers”, the snapshots of the digital era reminds us that reality will probably be still photographed. I’ll keep a quote of the military researcher of the photos: “Photographs are what they are. You can interpret them differently, but what the photograph depicts is what it is”

El tesista “en la Tele”

Cuando era niño, tuve mis 3 o 4 segundos de fama cuando, quizá por un error de producción, el yo que era en ese entonces apareció en un  tremendo close-up en el programa de Bozo, eran los setenta, era la televisión. Muchos años han pasado desde entonces y las canas me colonizan cada vez más. Vivimos tiempos 2.0,  y subiendo, y ahora esto de salir en televisión ya no es tan “cool” como aparecer en los rankings de Youtube.

Pues bien, gracias a la inefable confianza, y “extreme marketing”, del buen compa Fernando, conocí a Cristina, quien encarna (la palabra en español es horrible en realidad) como nadie que haya conocido, lo que es una productora de cultura del Siglo XXI (así en sentido extenso). Gracias a esa carambola dospuntocerezca amistosa, acabé teniendo mis 6:02 segundos de fama (contando la cortinilla). Si atentemos a Warhol, todavía me quedan otros 8:58 que espero tener la oportunidad de tener algún día. Por lo pronto, gracias a Cristina, al equipo de la Malla y a Fernando por darme la oportunidad de “salir en la televisión” 😉

Edgar en la Malla

P.D. WordPress no me deja incrustrar el video y eso quizá signifique que ya tendría que comprarme mi propio dominio. En cualquier caso, es más divertido que lo vean “in situ”.

El poder de la imagen

La semana pasada estuve en un congreso sobre métodos (de investigación) visuales. La charla inaugural estuvo a cargo de Claudia Mitchell. Ella habló de su trabajo en África y cómo, con algunos ejemplos de campo, las imágenes hechas por jóvenes, habían logrado “transformar” algunos de los graves problemas de su cotidianeidad (la falta de seguridad en los baños escolares, la violencia sexual contra las mujeres, etc.) al ser vistas por las autoridades que tomaban decisiones. Otra de las cuestiones ampliamente discutidas en el evento fue la ética de la investigación con imágenes; el derecho a la privacidad de los informantes, la responsabilidad que tenemos, como investigadores e investigadoras, de salvaguardar su integridad, etc.

Justo al final de la semana, recibo tres o cuatro correos preguntándome “si había visto el video del metro”. Preocupado por no entender de qué hablaban, busqué lo que había pasado en la famosa estación de Balderas (de la que cantaba Rockdrigo), vi el video de principio a fin y el horror iba creciendo en mi mientras la cámara se mantenía impasible, inmóvil, frío testigo, ventana del drama.

Mientras que por un lado se discute ampliamente la postfotografía, la muerte de la función indexical de la imagen y la imposibilidad de su uso para la (re)presentación de la realidad, por otro lado, las cámaras de videovigilancia van creando una memoria de lo cotidiano (de sus muchos horrores y sus pequeños placeres): el video de la chica ecuatoriana golpeada por un estúpido en un tren en Madrid, este otro grabado en el DF, una golpiza en Alemania. En fin, una larga lista de “éxitos de youtube”. Una colega que vive en Nueva York me contaba que muchas tiendas están colgando en la pared las fotografías de personas robando, extraídas de los videos de vigilancia, en una especie de “galería pública del desagravio”. Si todas las imágenes de las CCTV pudieran estudiarse, los que hacemos investigación visual quizá tendríamos otra visión del mundo.

Si bien es cierto que los medios tienen (o al menos dicen que tienen) códigos deontológicos, la verdad es que mostrar escenas de cámaras de “seguridad” en la pantalla del televisor o el monitor de tu propio ordenador es como darte una dosis de terror sin anestesia alguna y en cantidades industriales. Una imagen RAW de la realidad en alta resolución. Me pregunto ¿dónde queda la privacidad de la persona que es asesinada? Que su intento e intención haya sido heroica ¿basta para que sus hijos, sus nietos, sus amigos, su familia, tengan que retener en sus retinas y sus memorias estas imágenes para siempre? Estas imágenes nunca pasarían un comité de ética para presentarse públicamente en un congreso. Sin embargo, los medios las amplifican de una manera estruendosa y estremecedora, la combinación de videovigilancia y omnipresencia mediática nos habla de que la imagen, como índice, esa que estaba muerta, dista mucho de estarlo, en todo caso, ha sido apropiada por los poderes para su propia conveniencia. Ahora bien, me pregunto (y quiero pensar) el que hayamos visto estas imágenes, como sociedad ¿nos hará cambiar algo en nuestra vida cotidiana? Espero (por nuestro bien), que, como en los ejemplos con los que inicié; Sí.

Ceci n’est pas une recherche du flickr

Foucault, in his fascinating, and beautiful, essay on Magritte’s famous painting, tells us that, the trap of the “Ceci n’est pas une pipe” paint is that the letters are not letters but calligraphies, which means that they are not naming anything but just happened to be there set in a position that we, as viewers, understand as a contradiction between the drawing and the meaning of the statement. Foucault’s thoughts are extremely tempting to follow but I’ll resist (this time). My point today is something else. A few days ago, in the AoIR list, Mayo Fuster, a colleague from Berkeley, asked about people doing research on flickr. My name popped out (thanks Ismael, or should I say: Dr. Peña?) and this made me think about my own work.

Flashback from the field I

I’m sitting in a bar with ten or twelve photographers. I’m in a bar because they decided to get together here and drink a few beers after a day at work (and, as an ethnographer, well, you know, I have to do what they do). None of them are carrying cameras and this could be a “regular” group of people, just one of several groups in this busy night at the bar (Barcelona is just like that). Nonetheless, here are some of the core members of the group I’ve been participating with for several months. There’s no trace or discussion in flickr about this “getting together”, it is a casual thing: I got a phone call, some other people were contacted by email and, another couple were luckily enough to found each other with someone at some local store and decided to join him. Discussions are multiple and, although they tend to be photography-centred, some of them range, from the last sports results, to gossips about other people in the group. Probably this will not be important at all except for one thing. They decide, at the end of the night, to organize a photowalk that, as soon as later in the night, will become a post in the group. That post would take, eventually, to several pictures taken, the integration of new members to the group, more beers and, definitely, a sense of belonging and identity. Continue reading “Ceci n’est pas une recherche du flickr”

La fotografía como medio para cambiar el mundo

La fotografía como representación del mundo, como mediadora de la experiencia, como salvaguarda de la memoria, como agente de socialización…. Todo esto se ha apuntado de la práctica fotográfica y de esta forma, hay quien cree que la fotografía también puede cambiar al mundo. La fotografía, como representación de la “realidad”, tiene una larga historia en las luchas y resistencias simbólicas (culturales, sociales) por generar la capacidad de re-presentar el mundo. Desde los Estudios Culturales y de los media por ejemplo, éste es uno de los ejes estrella. En antropología también existe una gran tradición en los estudios sobre la representación étnica que apunta a la relaciones de poder (en ese sentido eran los blancos los que fotografiaban a los indios, negros, chinos, etc.). Pues bien, en este caldo de cultivo se generan proyectos increiíblemente interesantes cómo éste que me encontré: Lens Of Vision Expression (Love), una ONG que promueve la creatividad y el arte como una forma de que los niños de países pobres “tengan la visión de alcanzar nuevos horizontes que expandan sus sueños”. La organización les da cámaras y cursos a los niños y estos hacen un trabajo espectacular. Si bien es cierto que la idea no es nada nueva (en México hay varias iniciativas parecidas con grupos marginales en el uso de la fotografía), lo que más me llamó la atención es el uso que hace el proyecto de los recursos en Internet: los niños cuelgan sus fotos en flickr y tienen cuenta en facebook.
No sé si logren cambiar el mundo (ojalá), pero claramente están desarrollando una mirada en esos niños (cuestión como para discutirse en otro post), una mirada que será difícil dejar de construir junto con una cámara fotográfica.

De la intimidad esquizofrénica a un documental personal: Tarnation

Ayer vi un documental que me dejó impactado: Tarnation de Jonathan Caouette (a quien por cierto reconocí como actor de otra peli rara: Shortbus) (aquí el trailer). Este compa hace un documental sobre sí mismo y su familia. Un documental directo, sin concesiones, con un toque de ego y una dosis de catarsis. Uno de esos documentos visuales que no son fáciles de olvidar porque lo que plantea, a final de cuentas es un drama terrible y real (como todos los dramas). No voy a inaugurar una sección de crítica cinematográfica ni mucho menos, lo que quiero comentar en torno a la película, es lo interesante de la estructura del mismo. Tomando fotografías y películas caseras, pero sobre todo, con más de 15 años de grabaciones de él mismo actuando frente a una videocámara, arma un documento en donde vemos la evolución de su familia y la decadencia que entraña. Desde pequeño, el autor tuvo la inquietud por las cámaras de video y guarda documentos interesantísimos con los que arma un documental incómodo de ver en algunas ocasiones por la crudeza de la “intimidad” (una secuencia de la madre, esquizofrénica, riéndose y cantando, con los ojos desorbitados, es terrible).

Recuerdo hace algunos años, en una cena en Canadá con profesores de comunicación, una de las asistentes comentaba, con respecto a aquél video mítico de Pamela Anderson y Tommy Lee, que lo que le molestaba no era verlos tener relaciones sexuales, que lo que verdaderamente le era chocante era ver cómo Tommy Lee le daba un regalo y cómo ella lo abría frente a la cámara, que ESA clase de intimidad era la peor. En ese sentido, la relación entre tecnologías para la producción casera de imágenes, en combinación ahora con Internet, difunde esas intimidades de una manera que, como dice Julie Levin Russo, se crea un “cyber-exhibicionismo” (y como contraparte, un cybervoyeurismo), y, a diferencia de Tarnation, muchas veces parece no tener una propuesta “artística”. Lo cierto es que este tipo de documentales, cada vez serían más sencillos de elaborar por la enorme cantidad de material que aporta la facilidad y bajo coste de lo digital.

Las fotos de los móviles… ¿son públicas o privadas?

¿Las fotografías que uno tiene en el móvil son públicas o privadas? Una cosa más o menos clara (repito subrayando: más o menos) es el lugar donde se tomó la fotografía, casi todos podríamos reconocer que una habitación de una casa es privada mientras que una plaza abierta es pública. De acuerdo, (y parece que me repito pero repito también que este blog muchas veces es un cuaderno de notas para reflexiones que voy construyendo) pero ¿existe un modelo o código de privacidad que nos remita o limite lo público y lo privado en los dispositivos digitales? Recapitulemos, especifiquemos y dejemos por lo pronto las plataformas de internet: ¿Mi teléfono móvil, y por ende lo que él contenga de objetos simbólicos (léase fotos, videos y sonidos), es público o es privado? Es decir, me pertenece y por lo tanto es como una carta (que en principio entiendo que va contra la ley abrir una que no está dirigida a ti). Bien, lo pregunto por lo siguiente, me encontré con la noticia de que un grupo de estudiantes de Utah (menores de edad) se tomaron fotografías desnudos y se las mandaron entre ellos. Algún padre que revisó el teléfono de su hijo encontró las fotos y se desató el escándalo (que por lo que dice la noticia podría acabar en el juzgado).

En otra noticia, a un exconvicto por ofensas sexuales que estaba siendo monitoreado por la policía se le prohibió tener un teléfono móvil porque en el suyo se le encontraron fotos pornográficas que involucraban a menores. Está claro que en ambas noticias la cuestión de la minoría de edad con relación a conductas sexuales es motivo de alarma pero…¿qué pasa cuando sucede entre adultos sin coerción y consentidamente? Esas imágenes, (iba a hacer la broma de si pagaban canon sexual), ¿son públicas o privadas? y si son privadas, ¿cualquiera que mirara nuestro móvil sin consentimiento estaría inflingiendo la ley? Es claro que nuevamente las tecnologías digitales y sus prácticas ponen en jaque a conceptos heredados de los estudios urbanos que no nos sirven más para explicar la compleja “urbe digital”

Sexo, fotografías y video

Casi al final de su libro, Chalfen (1987) apunta que “Las innovaciones tecnológicas son, y continuarán siendo, menos importantes que la contribución de la cultura al proveer una continuidad en el modelo y patrones de la comunicación pictórica personal” (p. 166). Unos párrafos antes reflexionaba (sin realmente profundizar) en la transición de las películas de 8mm y súper 8 al videocasete (caso interesante que necesitaré revisar con más detenimiento). Tomando como ejemplo la publicidad de la grabadora AKAI de ¼ de pulgadas para la revista Penthouse (lo siento, la busqué pero no la encontré) en donde se mostraba a un hombre en bata que grababa a una mujer desnuda frente a una chimenea y en el cual se leía: “…estamos mostrándote sólo una de miles de formas de tenerlo…en video”, Chalfen desestima que una “nueva tecnología” transformara los hábitos (¿prácticas?) de generación de imágenes en el hogar. Hay varias cosas que discutir pero enumero dos: primero que pareciera que su visión, nuevamente, tiende a caer en ese determinismo que plantea que la incorporación de una nueva tecnología basta para “transformar” (para bien o para mal) a “lo social”. Una segunda cosa que me resulta más relevante para el análisis que comienzo a hacer es que Chalfen sólo se centra en el contenido de las fotografías y no en las prácticas de producción y distribución de contenidos (porque esos términos solían relacionarse más bien con los medios “masivos”). Y aún en relación con el contenido, más allá de que la gente siguiera tomando las fotos o videos de los niños soplándole al pastel, ¿Se hacían más tomas? ¿Se borraban secuencias que no le gustaban al papá (o a la mamá)?  ¿Qué consecuencias tenía esto para el contenido?

Ahora bien, una segunda reflexión que se desprende de la publicidad comentada por Chalfen es la relación (una vez más) entre sexualidad y TICs que tiene una larga trayectoria pero poca investigación. Un ejemplo interesante lo aporta Coopersmith quien en su texto Pornography, videotape and the Internet señala que al “eliminar la dependencia externa (por no tener que revelar la película o el carrete en un laboratorio), se expandió la privacidad de las personas y con ello su campo de acción” (p. 29) y continúa diciendo que dos funciones técnicas fueron claves en el uso de estos nuevos dispositivos para la generación de contenidos sexuales: el autofoco y la posibilidad de utilización con poca luz. El texto es apenas un repaso general sobre esta cuestión pero propone otra cosa interesante (aunque no la enuncia así) que la industria pornográfica y la tecnología se co-constituyeron, no sólo la industria pornográfica encontró en el videocasete una tecnología propicia para su expansión sino que las prácticas desarrolladas por productores y usuarios también transformaron el tipo de contenidos que se elaboraban (cuestión que me parece pasó también con relación a Internet). Hay varias cosas para trabajar….