Sobre la materialidad de las fotografías digitales

Coincidentemente con una lectura que estaba haciendo, hace unos días escuché dos historias muy similares, ambas tristes e interesantes para mi trabajo. A una chica que salió a divertirse el fin de semana, le robaron la bolsa en la que estaba su cámara digital con las fotos de, entre otras cosas, su fiesta de cumpleaños, un par de conciertos con sus amigos y en general todas las imágenes que había hecho en los últimos dos meses. La otra historia, similar a la anterior, es la de un disco duro que se quemó y con él, seis meses de fotografías en su interior (incluidas más de trescientas imágenes de un viaje a la India).
La reflexión que se detona es doble, por un lado la fotografía sigue cumpliendo la función expresada por el slogan de Kodak: “recordar es vivir”, de manera que se siguen elaborando imágenes como una forma de generar recuerdos de momentos específicos de la vida. Por otro, lo que ha cambiado con la imagen digital es la materialidad de la fotografía. Justo cuando me contaron estas historias desafortunadas, estaba leyendo el texto: Photographs Objects Histories. On the materiality of images,  un conjunto de ensayos, investigaciones y reflexiones en torno a la fotografía como objeto material. Una tercera cuestión que se desprende, y que me parece fundamental, es no sólo la transformación de la materialidad sino de los espacios, tiempos, costos y prácticas. Aunque se tiende a hablar de los aspectos positivos de la tecnología (por ejemplo la instantaneidad de la obtención de las imágenes o la posibilidad de enviarlas casi en tiempo real mediante dispositivos móviles), algunos de estos aspectos, que en principìo pueden parecer positivos (el que ahora se puedan grabar en un dispositivo de memoria digital cientos, y en algunos casos miles, de imágenes), pueden, en la práctica, resultar negativos. Este sería el caso de la chica que, dado que no se terminaba su tarjeta de memoria, no bajaba las fotos a su ordenador y por ello terminó perdiéndolas junto con la cámara. En ese sentido, la cantidad de fotos que se generan también hace que se pierda, ya no el “aura” del que hablaba Benjamin sino la importancia de cada imagen en lo particular.
La conclusión parcial en este momento es la necesidad de dejar de pensar a la fotografía sólo como continente de significados y plantearse también su importancia como objetos producidos, reproducidos, intercambiables, perdibles y de valor, es decir, como objetos. Uno de mis tesoros más preciados es justamente una foto, una imagen de hace casi un siglo. No hay una copia en el mundo, no hay un negativo y, aunque está escaneada, es única porque detrás tiene una dedicatoria de puño y letra. Pertenece a un tiempo y a un espacio que son irrepetibles. ¿Cuántas imágenes digitales tendrán esa carga en un siglo? ¿Qué tipo de “objeto” es un archivo digital y cómo podemos estudiar su materialidad?

Cámaras para mujeres: Artefactos e ideología

Leía la reflexión que elaboran Mackay y Gillespie (1992) en su texto Extending the Social Shaping of Technology Approach: Ideology and Appropriation, en la que plantean tres puntos principales: “Los sociólogos de la tecnología le han otorgado un lugar central insuficiente a la ideología como fuerza social”; “el marketing es parte de la construcción social de la tecnología no sólo porque informa sobre el diseño sino porque juega un papel en la construcción de la demanda” y por último, que “la sociología de la tecnología en general, ha fallado en mirar a la apropiación social subjetiva de las tecnologías”. Coincidentemente, al mismo tiempo me encontré con una nota en un blog, (no necesariamente nueva) sobre un modelo de cámara Canon que había salido al mercado. El subtítulo de la nota era “La cámara para mujeres”. Por supuesto la reacción de alguna que otra bloguera no se hizo esperar. Anécdotas y pasiones aparte, me puse a investigar un poco el asunto a la luz de la propuesta de los autores mencionados y pensando en la relación entre ideología y tecnología (ya Winner decía claramente que los artefactos tenían política). Ahora bien, en un pequeño artículo llamado “Las mejores cámaras digitales para mujeres. Queremos forma y funcionalidad” se menciona lo siguiente: “Si, como la mayoría de mujeres, tu lo que quieres es básicamente tomar fotos familiares (snapshots)…” y continua dando consejos. Es decir, parece que por un lado las compañías buscan construir un mercado “femenino” para la fotografía digital que tiene un componente de pragmatismo y facilidad de uso. Para ello, se apoyan en el “diseño rosa” (no sé si exista este término pero debería difundirlo). Es decir, en elaborar unos artefactos pequeños de líneas suaves, colores como rosa o violeta y con pocos botones. El marketing por supuesto, trata de reafirmar estos elementos empaquetándolos en un aparato “hecho por mujeres para mujeres”. Ahora bien, una de las cosas que he observado en mi trabajo de campo es que una gran cantidad de mujeres (que por ejemplo en flickr están en menor número que los hombres, a diferencia de otros sitios como los fotologs), participan activamente en otro de los elementos claves del consumo de cámaras digitales: la idea de “mejorar” su equipo. Mientras que por un lado la fotografía cada vez entra más en la dinámica de la obsolescencia planificada, por otro, los usuarios, conforme van participando más de su práctica, suelen buscar comprar mejores equipos, más caros y con especificaciones técnicas más avanzadas. En resumen (y esto es como un working paper), por un lado la socialización de la práctica de la fotografía digital parece tender a que las personas busquen hacerse de equipos mejores y más caros, por otro las compañías buscan abrir el nicho de mercado e involucrar a más personas en esta dinámica. Más allá de la ideología, los objetos se construyen en la práctica.