De internet, sirenas, morfinas, virus y radiografías

He tenido al blog un poco olvidado, no sólo porque llevo un par de semanas fuera (a estas alturas hablar del congreso de la AoIR sería poco periodístico y de todas maneras ya todos mis compañeros dijeron algo más interesante que lo que pueda decir yo) sino porque a mi computadora de la oficina le entró un virus tremendo y porque he tenido inmovilizado el brazo. En cualquier caso lo curioso es que mientras algunas personas debatían en Dinamarca sobre si el online y el offline, yo no podía hacer nada online porque mi brazo estaba completemente off the line (chiste malo causado por el abuso en el consumo de ibuprofeno). Rebobino, el primer día de mi visita a Copenhague para el congreso, me resbalé intentando ver el monumento más famoso (y menos bonito hay que decirlo) de toda Dinamarca: la sirenita. Me resbalé con una piedra mojada y caí estrepitosamente mientras los turistas seguían tomando fotos sin querer enturbiar sus vacaciones con la desagradable visión de un mexicano retorciéndose del dolor a sólo unos pasos de la escultura estrella de la visita por la ciudad. Afortunadamente Elisenda (y un taxi) estaban lo suficientemente cerca como para que 20 minutos después pudiera llegar con mi dolor a un hospital que recuerdo como extraordinariamente amable. No haré halago de falsa valentía, el dolor era más fuerte que yo y sólo con ayuda de unos caballitos de morfina pudo calmarse lo suficiente como para que me tomaran unas radiografías y me recolocaran el hombro. En fin, que no disfruté la conferencia (excepto en ciertos momentos, no sé si de lucidez o de estados alterados de conciencia). Una de mis presentaciones dejó mucho que desear (aunque la otra creo que fue más que decente). Historia que sirve para dos fines; para “justificar” ante mis cientos de lectores (¿no hay un emotícono para ironías?) el tiempo transcurrido y para dar pie a mi primer post con una luxación (el lunes comienzo rehabilitación pero ya por lo menos puedo poner la mano sobre el teclado y escribir un poco).

Hoy fui al médico (uno más, éste, según dicen, especialista, traumatólogo). Los médicos cada vez se parecen más a los cajeros de los supermercados, la misma mirada ausente, el mismo tonito de “¿encontró todo lo que buscaba?”. Es curioso cómo esto de aprender a ser investigador hace que se sensibilice la mirada. Por ejemplo, me di cuenta que sólo me miró una vez a mí mientras que no despegó los ojos de la pantalla del ordenador (y vio 3 veces la de su flamante Iphone 3G que tenía sobre la mesa). Ahora viene la reflexión de fondo: el doctor miró muy por encima mi radiografía, concentrándose en ella y no en mi hombro. La radiografía pasó a ser, no ya la representación de mi sino la síntesis de la relación que tuvo conmigo en esos minutos que duró la consulta. Yo me convertí en la imagen de un hombro y en ello se concentró toda mi humanidad. La radiografía no habla del dolor que siento, de lo incómodo de no poder mover el brazo, de cómo me deja el estómago la medicina, en un estricto sentido me deshumaniza y me muestra sólo como un conjunto de datos para dar un diagnóstico. Cuando la sociología visual se encuentra con el Dr. House o algo por el estilo. En fin, estoy muy cansado y un poco mareado así que mi comentario sobre el libro que estoy (intentando) leyendo quedará para después, eso sí, les dejo mi luxación como homenaje al uso de la imagen más allá de la fotografía. El hombro del tesista:

La fotografía como medio para cambiar el mundo

La fotografía como representación del mundo, como mediadora de la experiencia, como salvaguarda de la memoria, como agente de socialización…. Todo esto se ha apuntado de la práctica fotográfica y de esta forma, hay quien cree que la fotografía también puede cambiar al mundo. La fotografía, como representación de la “realidad”, tiene una larga historia en las luchas y resistencias simbólicas (culturales, sociales) por generar la capacidad de re-presentar el mundo. Desde los Estudios Culturales y de los media por ejemplo, éste es uno de los ejes estrella. En antropología también existe una gran tradición en los estudios sobre la representación étnica que apunta a la relaciones de poder (en ese sentido eran los blancos los que fotografiaban a los indios, negros, chinos, etc.). Pues bien, en este caldo de cultivo se generan proyectos increiíblemente interesantes cómo éste que me encontré: Lens Of Vision Expression (Love), una ONG que promueve la creatividad y el arte como una forma de que los niños de países pobres “tengan la visión de alcanzar nuevos horizontes que expandan sus sueños”. La organización les da cámaras y cursos a los niños y estos hacen un trabajo espectacular. Si bien es cierto que la idea no es nada nueva (en México hay varias iniciativas parecidas con grupos marginales en el uso de la fotografía), lo que más me llamó la atención es el uso que hace el proyecto de los recursos en Internet: los niños cuelgan sus fotos en flickr y tienen cuenta en facebook.
No sé si logren cambiar el mundo (ojalá), pero claramente están desarrollando una mirada en esos niños (cuestión como para discutirse en otro post), una mirada que será difícil dejar de construir junto con una cámara fotográfica.

La reflexión sobre la fotografía hecha arte

Mientras que unos intentamos encontrar sentido en el uso de la fotografía digital en la vida cotidiana, otros reflexionan sobre ello creando artíe (y debo decirlo: genial). Me encontré con el proyecto de Sascha Pohflepp una artista alemana que, entre otros proyectos, tiene uno que me fascinó, se llama “Buttons” (yo le hubiera puesto “Instant Memories”). El proyecto consiste en un dispositivo que, al apretar un botón en un determinado momento, registra la hora y el día y busca en internet fotos hechas en ese instante (independientemente de en dónde y por quién fueron hechas), para finalmente  mostrar una en la pantalla del mismo dispositivo. Lo más interesante no es el proyecto artístico (que lo es) sino la reflexión de la que surge: “Hacer una foto significa hacer un recuerdo….para muchos, hacer sus recuerdos públicos es (ya) parte de la fotografía en sí misma”. Sigo pensando que mientras los académicos tenemos que ceñir nuestras reflexiones a esquemas más o menos rígidos, los artistas tienen más espacio para reflexionar sobre lo social de manera más lúdica.

“¿Vienes con libreta o con cámara?”

Todavía estoy aturdido y emocionado. Ayer fue mi “entrada offline” al campo (dejar el ordenador y ponerme las botas, literalmente, era algo que me apetecía mucho). Salí en una maravillosa excursión por unos pueblos de Catalunya (Banyoles, Castellfollit de la roca y Besalú) con el grupo de flickr con el que quiero trabajar. Dado que ya había presentado mis credenciales como investigador, esta primera reunión era muy interesante porque le pondría cara a las personas detrás de las fotos (y ellos a mi, lo cual no deja de ser también una responsabilidad). Tomé algunas fotos (pocas) y algunas notas (menos de las que hubiera querido) y se dieron cosas interesantes, los miembros del grupo bromeaban todo el tiempo cuando sacaba mi pequeña libreta “uy, ya está apuntando algo” (y por supuesto más de uno me fotografió en el acto. Será un trabajo de campo divertido y con retos metodológicos interesantes (empezando por el hecho de que todos me parecieron personas majísimas y con algunos de ellos sentí una conexión inmediata, al punto de que ya los siento colegas y esto debo reflexionarlo a la luz de mi trabajo). En cualquier caso, el día pasó de manera agradable e interesante (excepto porque en el rio me caí sobre una ortiga y todavía me duele la mano, supongo que los antropólogos estarían orgullosos de mi). En algún momento, me acerqué caminando a D, con quien ya había cruzado un par de correos, me miró y con una sonrisa irónica de complicidad me dijo: “vienes con cámara o con libreta” en franca alusión a si venía como parte del grupo o como investigador. Si bien es cierto que no dejaré nunca de ser “el de la libreta”, creo que parte importante de mi etnografía será tornarme en “el de la cámara” y ayer empecé.