“Cibersexo” (visual) revisitado

Dos cosas sucedieron para hacerme escribir este post. Por un lado una estudiante de Colombia me hizo una entrevista interesada en mi trabajo de investigación sobre cibersexo. Por otro, que me topé con el interesante texto de Ori Schwarz: Going to bed with a camera: On the visualization of sexuality and the production of knowledge.

La trayectoria de Internet ha sido claramente de un medio textual a uno multimedia (o multimodal como apuntan algunos autores). La digitalización de los procesos, la convergencia y la masificación de aparatos de producción audiovisual, junto con el crecimiento en la(s) conexión(es) a Internet, ha dado como resultado que nunca en la historia de la humanidad se hayan producido tantas imágenes como ahora y nunca hayan podido ser vistas por tantas personas. Hasta ahí todo más o menos en el sentido común, ahora bien ¿cuál es la relación entre estas transformaciones y el ámbito de la sexualidad y la intimidad?
Schwarz traza un breve análisis histórico y propone que la relación entre visualidad y sexualidad es relativamente reciente. Por ejemplo, siguiendo a otros autores menciona que en el siglo XVIII la idea de la sexualidad estaba más relacionada con el tacto que con la visualidad y las relaciones solían llevarse a cabo en la oscuridad e incluso con alguna ropa puesta. De ahí reflexiona cómo la visualidad, de la mano de corrientes psicológicas, la publicidad, los medios y la “espectacularización” han hecho de la sexualidad una cuestión mayoritariamente visual especialmente con la pornografía como industria y como objeto. Continue reading ““Cibersexo” (visual) revisitado”

Sobre la fotografía (como representación, como alma)

Hace poco vi el documental “La ciudad de los fotógrafos” (los chilenos y chilenas están haciendo muchos y buenos documentales). Una de las secuencias que más hondo me llegó es una en la que una mujer muestra la única foto de familia que tiene, la única. La foto es casi un acto fortuito porque ella cuenta que se la regaló un fotógrafo que pasó por ahí algún día. Esa foto es la única forma de “ver” a su familia en la que hay desaparecidos. Mientras que, en el mismo documental, aparece una mujer llena de imágenes, unas colgadas a su ropa, otras sostenidas en sus manos y unas más alrededor, como abrazándola.
El otro día, estuve en la inauguración de la exposición de Gervasio Sánchez: Desaparecidos. Un brutal paseo por la (des)esperanza de lo humano y lo terrible de los conflictos armados “sucios” (¿hay de otros?) en el mundo. Más allá de la exposición (estupendamente armada), o las fotografías (increíbles y duras), la sección que más me afectó fue la última de la exposición, esas fotografías en formato grande que muestran a personas de distintos países posando para la cámara con la foto de su familiar desaparecido. Pero de entre ellas, las más duras de ver fueron aquellas en las que aparecen personas sin fotos. Es terrible ver una foto estupendamente hecha y ampliada a tamaño natural de alguien que a su vez no tiene una sola imagen que mostrar. Resulta tan conmovedor como terrible el ver una hermosa foto de alguien que ha sido despojado (y ni siquiera entramos en cómo sucedió), no sólo de una persona querida, sino de la posibilidad de “ver” el recuerdo de dicha persona. Da cierta vergüenza ser nosotros quienes podemos verlas a ellas (incluso comprar un libro para mirarlo en casa) mientras que ellas no tienen a quien ver.
Bien es cierto que la tecnología fotográfica está más o menos presente en todo el mundo (son por demás curiosos, pero habituales, los estudios de fotografía en África o América) pero a veces olvido que la fotografía, esa que se cuenta por billones en facebook y flickr, no está al alcance de todo el mundo y ha tenido cambios históricos. Esto me detona dos reflexiones (que son más pensamientos “en blog alta”):
1. Por un lado está la cuestión, ampliamente estudiada por la antropología, del poder de representación. Necesito reflexionar más sobre lo poderosa que es una tecnología de representación como la cámara fotográfica y lo que significa que, mientras que una mujer guatemalteca no tenga una sola fotografía de su marido desaparecido, haya personas en facebook con cientos de imágenes, no hechas por ellos, en las que aparecen. ¿Significa acaso que, como en casi todo, existe una cultura visual de primer mundo y otra de tercero? ¿Qué implicaciones tiene esto? No es sólo la vieja cuestión setentera del Pato Donald de Mattelard (que también, obviamente la mayoría de imágenes que hay de África en flickr están hechas por turistas o europeos), sino la profunda transformación social de la fotografía, lo que está en juego.
2. Hace poco leí el texto, de un coreano, en el que se criticaba la idea de la fotografía (objeto), como representación. Utilizando los rituales funerarios coreanos, el autor (de)mostraba cómo la imagen se transformaba durante la ceremonia. En la tradición funeraria coreana, la muerte implica la separación del cuerpo con el alma. La fotografía que suele ponerse en el funeral no es tanto la representación de la persona-cuerpo (que se encuentra escondida detrás de una mampara), sino que la connotación de la fotografía es de presencia-ausencia (el cuerpo está ausente, el alma presente). El alma (separada del cuerpo) está presente a través de la fotografía. El artículo es por demás interesante pero lo expuesto aquí es suficiente para explicar mi congoja ante esas mujeres y hombres que posaban para la cámara sin una fotografía, sin el “alma”de sus seres queridos presente, sin una imagen que les recordara que había habido un espíritu al que habían amado y que querían dejar ir al encontrar al menos el cuerpo. En lugar de eso, tenían sus recuerdos, escribían lo que era la persona. La fotografía no es sólo representación, es algo mucho más poderoso, aunque nosotros las veamos estéticamente colgadas en un bonito museo.