Hace poco vi el documental “La ciudad de los fotógrafos” (los chilenos y chilenas están haciendo muchos y buenos documentales). Una de las secuencias que más hondo me llegó es una en la que una mujer muestra la única foto de familia que tiene, la única. La foto es casi un acto fortuito porque ella cuenta que se la regaló un fotógrafo que pasó por ahí algún día. Esa foto es la única forma de “ver” a su familia en la que hay desaparecidos. Mientras que, en el mismo documental, aparece una mujer llena de imágenes, unas colgadas a su ropa, otras sostenidas en sus manos y unas más alrededor, como abrazándola.
El otro día, estuve en la inauguración de la exposición de Gervasio Sánchez: Desaparecidos. Un brutal paseo por la (des)esperanza de lo humano y lo terrible de los conflictos armados “sucios” (¿hay de otros?) en el mundo. Más allá de la exposición (estupendamente armada), o las fotografías (increíbles y duras), la sección que más me afectó fue la última de la exposición, esas fotografías en formato grande que muestran a personas de distintos países posando para la cámara con la foto de su familiar desaparecido. Pero de entre ellas, las más duras de ver fueron aquellas en las que aparecen personas sin fotos. Es terrible ver una foto estupendamente hecha y ampliada a tamaño natural de alguien que a su vez no tiene una sola imagen que mostrar. Resulta tan conmovedor como terrible el ver una hermosa foto de alguien que ha sido despojado (y ni siquiera entramos en cómo sucedió), no sólo de una persona querida, sino de la posibilidad de “ver” el recuerdo de dicha persona. Da cierta vergüenza ser nosotros quienes podemos verlas a ellas (incluso comprar un libro para mirarlo en casa) mientras que ellas no tienen a quien ver.
Bien es cierto que la tecnología fotográfica está más o menos presente en todo el mundo (son por demás curiosos, pero habituales, los estudios de fotografía en África o América) pero a veces olvido que la fotografía, esa que se cuenta por billones en facebook y flickr, no está al alcance de todo el mundo y ha tenido cambios históricos. Esto me detona dos reflexiones (que son más pensamientos “en blog alta”):
1. Por un lado está la cuestión, ampliamente estudiada por la antropología, del poder de representación. Necesito reflexionar más sobre lo poderosa que es una tecnología de representación como la cámara fotográfica y lo que significa que, mientras que una mujer guatemalteca no tenga una sola fotografía de su marido desaparecido, haya personas en facebook con cientos de imágenes, no hechas por ellos, en las que aparecen. ¿Significa acaso que, como en casi todo, existe una cultura visual de primer mundo y otra de tercero? ¿Qué implicaciones tiene esto? No es sólo la vieja cuestión setentera del Pato Donald de Mattelard (que también, obviamente la mayoría de imágenes que hay de África en flickr están hechas por turistas o europeos), sino la profunda transformación social de la fotografía, lo que está en juego.
2. Hace poco leí el texto, de un coreano, en el que se criticaba la idea de la fotografía (objeto), como representación. Utilizando los rituales funerarios coreanos, el autor (de)mostraba cómo la imagen se transformaba durante la ceremonia. En la tradición funeraria coreana, la muerte implica la separación del cuerpo con el alma. La fotografía que suele ponerse en el funeral no es tanto la representación de la persona-cuerpo (que se encuentra escondida detrás de una mampara), sino que la connotación de la fotografía es de presencia-ausencia (el cuerpo está ausente, el alma presente). El alma (separada del cuerpo) está presente a través de la fotografía. El artículo es por demás interesante pero lo expuesto aquí es suficiente para explicar mi congoja ante esas mujeres y hombres que posaban para la cámara sin una fotografía, sin el “alma”de sus seres queridos presente, sin una imagen que les recordara que había habido un espíritu al que habían amado y que querían dejar ir al encontrar al menos el cuerpo. En lugar de eso, tenían sus recuerdos, escribían lo que era la persona. La fotografía no es sólo representación, es algo mucho más poderoso, aunque nosotros las veamos estéticamente colgadas en un bonito museo.
