In praise of HT

Bourdieu, in his Homo Academicus, presents a comprehensive panorama of how the elites are reinforced by the hierarchical system, where “academic capital is obtained and maintained by holding a position enabling domination of other positions and their holders” (1988, p. 84). In this sense, the academic career could sometimes be perceived as an “obstacle race and a competitive examination” (Bourdieu, 1988, p. 87). There are plenty of scary and frankly disappointing stories about how power is held (and performed) in academia. Nobody seems to be free from those stories and I even have one (or two) friend that had left the academic career for some of those reasons; they were tired of banging against the wall of authoritarianism or following the path of deception. They simply gave up because they lacked support, mentorship, trust or resources.

IMG_0216There are, nevertheless, other kind of stories that are always important to be told. Mostly to remind us why we are here, why we keep doing this against all odds and why we are still in love and engaging with the academic world. This is not a very British thing to do but my Mexican self allows me to do things “unquiet and non-soberly”. This is my small and humble homage to one of the most amazing friends and colleagues I’ve ever had as a Homo Academicus. Continue reading “In praise of HT”

Sobre una amiga, una fotógrafa.

Para Ana, por ser una fotógrafa en toda la extensión de la palabra

Hoy vi una luz que nunca había visto. No es una metáfora, acostumbrado como estoy a que en éste, mi nuevo país, la luz sea un bien escaso, me llamó la atención la luminosidad del día y la temperatura de la luz. Era blanca, casi como si el sol se hubiera transformado en un neón gigante. El rojo de los ladrillos, de los edificios que se pueden ver desde mi departamento, era aplastado por esa luz, como si estuvieran dibujados sobre un fondo blanquecino. El cielo perdió su azul acostumbrado y se tornó blanco. No hacía falta mirar el termómetro, mientras ondeaba la bandera británica que puedo ver desde mi ventana, el frío se pegaba a las ventanas de manera amenazante y esa luz me pedía mirarla. No había tenido un buen despertar y había decidido quedarme trabajando en casa, era uno de esos días en que “mandaría todo a hacer puñetas”, como diría Aute.

Y recibí un correo, y lo abrí.

No hay nada baladí en la vida, acostumbrados como estamos a tenerla a nuestra disposición y convertirla en una sarta de triunfos y quejas, de consumos y hedonismos, de esperanzas en lo imposible y de cegueras ante lo evidente, solemos perder el rumbo. Y de repente va la vida y nos toca en el hombro, y nos dice: “hey, chst, ojo, que aquí estoy y más te vale que te des cuenta pronto de lo que realmente es importante”. Continue reading “Sobre una amiga, una fotógrafa.”

Nota sobre la visualidad, la fotografía y los asesinatos

En la película Antes de la lluvia, un film que me causó un especial impacto en su momento, el personaje que interpreta Rade Serbedzija, un fotógrafo Macedonio afincado en Londres que regresa a su tierra a cubrir el conflicto para la prensa, aburrido de que no pasara nada digno de fotografiar, le expresa su consternación al líder del grupo armado con el que está pasando tiempo. Acto seguido, el líder manda traer a un prisionero y lo ejecuta delante del fotógrafo para que tenga algo que fotografiar.

Ya he adelantado algunas preguntas, más que reflexiones, a propósito de un incidente en el metro de la Ciudad de México.

El otro día hubo un tiroteo en Nueva York y una colega me apuntó al hecho de que habían aparecido en Instagram algunas imágenes sobre el hecho. Más allá de la reflexión que se pueda hacer en torno al llamado periodismo ciudadano y cómo los ciudadanos que se encuentren cerca de hechos noticiosos podrían, con la ubicuidad de los teléfonos con cámaras (y ahora conexión a Internet), convertirse en reporteros, mi interés se centra en la relación entre lo visible y lo fotografiable.

Estamos generando una nueva relación con lo visual en donde todo es fotografiable, aun más, pareciera que todo debe ser fotografiado y ahí radica un cambio que habría que seguir. Habría que elaborar una genealogía de la visualidad documentada y generar una discusión ética sobre ello, especialmente porque Internet está, cada vez más, posibilitando -y me atrevería a decir, canalizando y generando- que esa visualidad documentada se convierta, a través de los algoritmos de búsqueda, en una base de datos “total” (en el sentido Goffmaniano de “institución total”). Y me preocupa porque, a diferencia de un reportero gráfico que está cumpliendo con su deber de informar, a pesar de la dificultad que tienen de ser testigos de situaciones humanamente terribles (no se pierdan esta interesante nota de The Guardian al respecto), la idea de que todo debe ser fotografiable, mezclada con el hecho de que las plataformas de redes sociales basan su dinámica en el éxito y reconocimiento “social”, pueden hacer que las cuestiones éticas pasen a segundo plano. Esta cuestión no tiene que ver con una moralina o una censura de las imágenes per se sino con algo más profundo sobre lo que deberíamos reflexionar como sociedad, porque quizá algún día, alguien se aburra de no tener nada que fotografiar y subir a su instagram.

 

 

 

Sobre el fin del mundo y tres obras

Este será un post más personal y menos “académico”, más propio de mi antiguo blog que del actual. Algunas veces uno tiene que escribir cosas así.

Da la casualidad que en 24 horas terminé de leer Reportajes de Joe Sacco (sin duda el mejor reportero “gráfico” que existe actualmente en el mundo, aquí una probadita del libro), retomé y leí un par de capítulos de Eating Animals de Jonathan Safran Foer y vi la película 4:44 de Abel Ferrara. Aunque aparentemente no tienen nada en común, lo cierto es que las tres obras ponen de manifiesto una crítica a la condición humana, un llamado de atención y, de alguna forma, un acento pesimistamente informado sobre nuestro destino (ya se sabe, los pesimistas son optimistas bien informados). Continue reading “Sobre el fin del mundo y tres obras”

Encuentros // Sobre la muerte y la fotografía

Hay encuentros que tardan un tiempo absurdo en darse. Después de cuatro años de investigación sobre prácticas de fotografía digital, después de defendida la tesis, y a unas horas (literalmente) de que se hubiera publicado el libro, recibí un correo de Pedro Vicente, un investigador sobre la imagen fotográfica que organizó la que quizá sea la mejor conferencia sobre fotografía, desde el punto de vista teórico, que se haya hecho en el estado español. Aunque tengo el libro, resultado de ese congreso,  y que había leído su interesante trabajo, nunca había tenido la oportunidad de conocerlo o charlar con él. Curiosamente fue él quien me encontró a mi a través del programa de un congreso en Londres y de un blog que hablaba de mi trabajo. Nunca es tarde dicen por ahí y me congratulo de nuestro encuentro, en un par de horas de charla ya surgieron varios proyectos para el futuro. Entre muchas de las cosas que hablamos, me contó de una iniciativa sobre la que quiero escribir una nota:

Sobre la muerte y la fotografía

La fotografía postmortem era por demás común a finales del siglo XIX y provenía, como muchas de las prácticas primeras de la fotografía, de la pintura. Quizá el mejor estudio académico que se haya hecho sobre este tipo de fotografías sea el trabajo de Jay Ruby: Secure the Shadow. Death and photography in America. (para un interesante archivo de ese tipo de imágenes ver thanatos.net)

Dentro de una reflexión ontológica sobre la fotografía, en relación a la muerte, lo real y la memoria, Sontag apuntaba que todas las fotografías eran memento mori porque gracias a ellas se participaba de la “mortalidad, vulnerabilidad y mutabilidad” de las personas o cosas fotografiadas. Barthes lo apunta con incluso mayor dramatismo al decir que la fotografía “produce muerte tratando de preservar la vida”.

Sin embargo, en un plano más estético/funcional, la práctica de fotografiar personas muertas había servido tradicionalmente como una forma de tener una imagen para recordar a quien había fallecido que, en el siglo XX, parecía haber desaparecido (o al menos se había relegado a un plano privado y no publicitado).

Lo interesante de la fotografía postmortem, al menos en el caso de los niños, era esa búsqueda por parte del fotógrafo de representar la muerte como un sueño profundo (independientemente de proyectos como el de Andrés Serrano que representaban la muerte de niños precisamente en su trágica crudeza, dejo el enlace pero ojo al abrir, no son imágenes agradables). La muerte como sueño, la imagen como recuerdo.

Esta pequeña introducción es para enmarcar la emergencia de nuevos tipos de proyectos como Memento de Sarah Schorr que intenta, a través de la imagen fotográfica, ayudar en el proceso de duelo por una muerte cercana. Y el otro, comentado por Pedro Vicente es el llamado: Now I lay me down to sleep en el que un grupo de fotógrafos realiza imágenes de padres con sus bebés recién fallecidos o a punto de morir. Son retratos profundos y sensibles que, a diferencia de los del siglo XIX, buscan representar pequeños instantes de vida, no de muerte, no de sueño. El fundamento del proyecto es la ayuda que prestan a las familias a no olvidar, a mantener el recuerdo y así ayudar en el proceso de duelo. Como lo mencionan en una nota televisiva sobre el proyecto: “Las imágenes prueban que estuvo aquí…un testimonio de su vida y de lo que su vida significó para nosotros”.

Viejas prácticas en nuevos formatos y, sobre todo, con nuevos usos ya que, aunque la memoria sigue siendo fundamental, una vida, por muy corta que sea, no parece serlo si no se fotografía.

Fábula de una cámara encontrada en Navidad

En estas vacaciones, tirada debajo de los asientos de la pequeña sala de proyección de un museo, encontramos una cámara fotográfica. Aunque el primer pensamiento es el de que en cualquier momento llegará el dueño, o la dueña, buscándola desesperadamente, al no suceder, el segundo pensamiento es el de devolverla. El tercer pensamiento sin embargo, más siniestro pero interesantemente humano, es el de pensar que es preferible que quede en manos de un enamorado practicante de la fotografía que en las de un guardia de seguridad que no le dará el uso adecuado. Debatiéndome entre el lado oscuro del pensamiento y la corrección política de lo cívico, decidí mirar las fotos, en una búsqueda poco leal de pistas sobre la naturaleza de quien había poseído, hasta que la dejó ahí, desvalida, la cámara. En mis adentros, con cierto patetismo, pensé: “si aparece un tío con cara de skin head y rodeado de cruces gamadas o una mansión llena de autos lujosos, la cámara quedará en buen resguardo de un uso ideológico peligroso o de alguien que no la valorará como es debido”. Sin embargo, para mi sorpresa, me encontré cientos (literalmente) de fotos de una familia normal, casi podría decirse de cualquier familia. Una mamá, un papá, y dos hijos pequeños, recorriendo un camino rural en bicicleta, saludando alegremente a la cámara, un árbol de navidad con regalos, una casa bonita pero nada suntuosa, el papá posando tímidamente con un monumento de fondo. Las fotografías que encontré, y aquí inicia mi reflexión, seguramente valían más, para esa familia, que la cámara misma que se puede comprar, con un poco (bueno, no tan poco, era una cámara buena) de dinero , en cualquier local. Sobra decir que regresé la cámara a las oficinas esperando y deseando que la familia, legítima dueña, no estuviera también de paso por la ciudad y pudiera recuperar sus recuerdos de esa navidad (porque podría apostar lo que fuera a que no habían descargado las fotos de la cámara desde hacía meses).

Ahora bien, dos reflexiones son las que subrayo para trabajar: Continue reading “Fábula de una cámara encontrada en Navidad”

Fotógrafos amateurs vs. fotógrafos profesionales

Estoy trabajando sobre la distinción entre fotógrafos “amateurs” y fotógrafos “profesionales” para una presentación que tengo, junto con Elisenda, en Berlín a final de mes.
Por lo visto, históricamente, la escisión (entre amateurs y “artistas”) se dio con la emergencia de las cámaras de bajo coste y de uso sencillo (léase Kodak 1) y su difusión masiva (antes todos eran amateurs). Un grupo de “esos amateurs”, comandados por Alfred Stiglitz, decidieron “separarse” y lo que hicieron fue “juntarse” (nótese el uso de ambas palabras) con “artistas” (plásticos, escultores, etc.). El resumen  (porque en realidad fue un complejo entramado de alianzas y creación de sentidos) es que, con el tiempo, se crearon dos “asociaciones” (en el sentido amplio); la de artistas (curiosamente no les gustaba que les llamaran fotógrafos sino artistas), reunidos en “sociedades”, con revistas, contactos con museos, galerías;  y la de fotógrafos amateurs (que tenían su base en los “clubes fotográficos”). Después se “profesionalizaría” el oficio y vendrían los foto-reporteros, fotógrafos de modas, productos, etc. Esta es la versión resumida y cutre, lo importante es la distinción que se generó a principios del siglo XX y que perduró, según mi hipótesis, hasta que llegaron las redes sociales y las cámaras digitales, que están problematizando la división. ¿Por qué? pues básicamente por 4 razones: Continue reading “Fotógrafos amateurs vs. fotógrafos profesionales”

El tesista “en la Tele”

Cuando era niño, tuve mis 3 o 4 segundos de fama cuando, quizá por un error de producción, el yo que era en ese entonces apareció en un  tremendo close-up en el programa de Bozo, eran los setenta, era la televisión. Muchos años han pasado desde entonces y las canas me colonizan cada vez más. Vivimos tiempos 2.0,  y subiendo, y ahora esto de salir en televisión ya no es tan “cool” como aparecer en los rankings de Youtube.

Pues bien, gracias a la inefable confianza, y “extreme marketing”, del buen compa Fernando, conocí a Cristina, quien encarna (la palabra en español es horrible en realidad) como nadie que haya conocido, lo que es una productora de cultura del Siglo XXI (así en sentido extenso). Gracias a esa carambola dospuntocerezca amistosa, acabé teniendo mis 6:02 segundos de fama (contando la cortinilla). Si atentemos a Warhol, todavía me quedan otros 8:58 que espero tener la oportunidad de tener algún día. Por lo pronto, gracias a Cristina, al equipo de la Malla y a Fernando por darme la oportunidad de “salir en la televisión” 😉

Edgar en la Malla

P.D. WordPress no me deja incrustrar el video y eso quizá signifique que ya tendría que comprarme mi propio dominio. En cualquier caso, es más divertido que lo vean “in situ”.

El poder de la imagen

La semana pasada estuve en un congreso sobre métodos (de investigación) visuales. La charla inaugural estuvo a cargo de Claudia Mitchell. Ella habló de su trabajo en África y cómo, con algunos ejemplos de campo, las imágenes hechas por jóvenes, habían logrado “transformar” algunos de los graves problemas de su cotidianeidad (la falta de seguridad en los baños escolares, la violencia sexual contra las mujeres, etc.) al ser vistas por las autoridades que tomaban decisiones. Otra de las cuestiones ampliamente discutidas en el evento fue la ética de la investigación con imágenes; el derecho a la privacidad de los informantes, la responsabilidad que tenemos, como investigadores e investigadoras, de salvaguardar su integridad, etc.

Justo al final de la semana, recibo tres o cuatro correos preguntándome “si había visto el video del metro”. Preocupado por no entender de qué hablaban, busqué lo que había pasado en la famosa estación de Balderas (de la que cantaba Rockdrigo), vi el video de principio a fin y el horror iba creciendo en mi mientras la cámara se mantenía impasible, inmóvil, frío testigo, ventana del drama.

Mientras que por un lado se discute ampliamente la postfotografía, la muerte de la función indexical de la imagen y la imposibilidad de su uso para la (re)presentación de la realidad, por otro lado, las cámaras de videovigilancia van creando una memoria de lo cotidiano (de sus muchos horrores y sus pequeños placeres): el video de la chica ecuatoriana golpeada por un estúpido en un tren en Madrid, este otro grabado en el DF, una golpiza en Alemania. En fin, una larga lista de “éxitos de youtube”. Una colega que vive en Nueva York me contaba que muchas tiendas están colgando en la pared las fotografías de personas robando, extraídas de los videos de vigilancia, en una especie de “galería pública del desagravio”. Si todas las imágenes de las CCTV pudieran estudiarse, los que hacemos investigación visual quizá tendríamos otra visión del mundo.

Si bien es cierto que los medios tienen (o al menos dicen que tienen) códigos deontológicos, la verdad es que mostrar escenas de cámaras de “seguridad” en la pantalla del televisor o el monitor de tu propio ordenador es como darte una dosis de terror sin anestesia alguna y en cantidades industriales. Una imagen RAW de la realidad en alta resolución. Me pregunto ¿dónde queda la privacidad de la persona que es asesinada? Que su intento e intención haya sido heroica ¿basta para que sus hijos, sus nietos, sus amigos, su familia, tengan que retener en sus retinas y sus memorias estas imágenes para siempre? Estas imágenes nunca pasarían un comité de ética para presentarse públicamente en un congreso. Sin embargo, los medios las amplifican de una manera estruendosa y estremecedora, la combinación de videovigilancia y omnipresencia mediática nos habla de que la imagen, como índice, esa que estaba muerta, dista mucho de estarlo, en todo caso, ha sido apropiada por los poderes para su propia conveniencia. Ahora bien, me pregunto (y quiero pensar) el que hayamos visto estas imágenes, como sociedad ¿nos hará cambiar algo en nuestra vida cotidiana? Espero (por nuestro bien), que, como en los ejemplos con los que inicié; Sí.

Ceci n’est pas une recherche du flickr

Foucault, in his fascinating, and beautiful, essay on Magritte’s famous painting, tells us that, the trap of the “Ceci n’est pas une pipe” paint is that the letters are not letters but calligraphies, which means that they are not naming anything but just happened to be there set in a position that we, as viewers, understand as a contradiction between the drawing and the meaning of the statement. Foucault’s thoughts are extremely tempting to follow but I’ll resist (this time). My point today is something else. A few days ago, in the AoIR list, Mayo Fuster, a colleague from Berkeley, asked about people doing research on flickr. My name popped out (thanks Ismael, or should I say: Dr. Peña?) and this made me think about my own work.

Flashback from the field I

I’m sitting in a bar with ten or twelve photographers. I’m in a bar because they decided to get together here and drink a few beers after a day at work (and, as an ethnographer, well, you know, I have to do what they do). None of them are carrying cameras and this could be a “regular” group of people, just one of several groups in this busy night at the bar (Barcelona is just like that). Nonetheless, here are some of the core members of the group I’ve been participating with for several months. There’s no trace or discussion in flickr about this “getting together”, it is a casual thing: I got a phone call, some other people were contacted by email and, another couple were luckily enough to found each other with someone at some local store and decided to join him. Discussions are multiple and, although they tend to be photography-centred, some of them range, from the last sports results, to gossips about other people in the group. Probably this will not be important at all except for one thing. They decide, at the end of the night, to organize a photowalk that, as soon as later in the night, will become a post in the group. That post would take, eventually, to several pictures taken, the integration of new members to the group, more beers and, definitely, a sense of belonging and identity. Continue reading “Ceci n’est pas une recherche du flickr”