Hay encuentros que tardan un tiempo absurdo en darse. Después de cuatro años de investigación sobre prácticas de fotografía digital, después de defendida la tesis, y a unas horas (literalmente) de que se hubiera publicado el libro, recibí un correo de Pedro Vicente, un investigador sobre la imagen fotográfica que organizó la que quizá sea la mejor conferencia sobre fotografía, desde el punto de vista teórico, que se haya hecho en el estado español. Aunque tengo el libro, resultado de ese congreso, y que había leído su interesante trabajo, nunca había tenido la oportunidad de conocerlo o charlar con él. Curiosamente fue él quien me encontró a mi a través del programa de un congreso en Londres y de un blog que hablaba de mi trabajo. Nunca es tarde dicen por ahí y me congratulo de nuestro encuentro, en un par de horas de charla ya surgieron varios proyectos para el futuro. Entre muchas de las cosas que hablamos, me contó de una iniciativa sobre la que quiero escribir una nota:

Sobre la muerte y la fotografía
La fotografía postmortem era por demás común a finales del siglo XIX y provenía, como muchas de las prácticas primeras de la fotografía, de la pintura. Quizá el mejor estudio académico que se haya hecho sobre este tipo de fotografías sea el trabajo de Jay Ruby: Secure the Shadow. Death and photography in America. (para un interesante archivo de ese tipo de imágenes ver thanatos.net)
Dentro de una reflexión ontológica sobre la fotografía, en relación a la muerte, lo real y la memoria, Sontag apuntaba que todas las fotografías eran memento mori porque gracias a ellas se participaba de la “mortalidad, vulnerabilidad y mutabilidad” de las personas o cosas fotografiadas. Barthes lo apunta con incluso mayor dramatismo al decir que la fotografía “produce muerte tratando de preservar la vida”.
Sin embargo, en un plano más estético/funcional, la práctica de fotografiar personas muertas había servido tradicionalmente como una forma de tener una imagen para recordar a quien había fallecido que, en el siglo XX, parecía haber desaparecido (o al menos se había relegado a un plano privado y no publicitado).
Lo interesante de la fotografía postmortem, al menos en el caso de los niños, era esa búsqueda por parte del fotógrafo de representar la muerte como un sueño profundo (independientemente de proyectos como el de Andrés Serrano que representaban la muerte de niños precisamente en su trágica crudeza, dejo el enlace pero ojo al abrir, no son imágenes agradables). La muerte como sueño, la imagen como recuerdo.
Esta pequeña introducción es para enmarcar la emergencia de nuevos tipos de proyectos como Memento de Sarah Schorr que intenta, a través de la imagen fotográfica, ayudar en el proceso de duelo por una muerte cercana. Y el otro, comentado por Pedro Vicente es el llamado: Now I lay me down to sleep en el que un grupo de fotógrafos realiza imágenes de padres con sus bebés recién fallecidos o a punto de morir. Son retratos profundos y sensibles que, a diferencia de los del siglo XIX, buscan representar pequeños instantes de vida, no de muerte, no de sueño. El fundamento del proyecto es la ayuda que prestan a las familias a no olvidar, a mantener el recuerdo y así ayudar en el proceso de duelo. Como lo mencionan en una nota televisiva sobre el proyecto: “Las imágenes prueban que estuvo aquí…un testimonio de su vida y de lo que su vida significó para nosotros”.
Viejas prácticas en nuevos formatos y, sobre todo, con nuevos usos ya que, aunque la memoria sigue siendo fundamental, una vida, por muy corta que sea, no parece serlo si no se fotografía.