The Barcelona Center for International Affairs has just published a monograph from a Training Seminar, we participated few months ago. Along with Elisenda Ardèvol, we wrote a small article titled: “Digital Technologies in the Process of Social Research: Theoretical and Methodological Reflections Through Digital Virtual Ethnography” and it´s available online.
Category: Barcelona
Sobre una amiga, una fotógrafa.
Para Ana, por ser una fotógrafa en toda la extensión de la palabra
Hoy vi una luz que nunca había visto. No es una metáfora, acostumbrado como estoy a que en éste, mi nuevo país, la luz sea un bien escaso, me llamó la atención la luminosidad del día y la temperatura de la luz. Era blanca, casi como si el sol se hubiera transformado en un neón gigante. El rojo de los ladrillos, de los edificios que se pueden ver desde mi departamento, era aplastado por esa luz, como si estuvieran dibujados sobre un fondo blanquecino. El cielo perdió su azul acostumbrado y se tornó blanco. No hacía falta mirar el termómetro, mientras ondeaba la bandera británica que puedo ver desde mi ventana, el frío se pegaba a las ventanas de manera amenazante y esa luz me pedía mirarla. No había tenido un buen despertar y había decidido quedarme trabajando en casa, era uno de esos días en que “mandaría todo a hacer puñetas”, como diría Aute.
Y recibí un correo, y lo abrí.
No hay nada baladí en la vida, acostumbrados como estamos a tenerla a nuestra disposición y convertirla en una sarta de triunfos y quejas, de consumos y hedonismos, de esperanzas en lo imposible y de cegueras ante lo evidente, solemos perder el rumbo. Y de repente va la vida y nos toca en el hombro, y nos dice: “hey, chst, ojo, que aquí estoy y más te vale que te des cuenta pronto de lo que realmente es importante”. Continue reading “Sobre una amiga, una fotógrafa.”
Sobre la fotografía (como representación, como alma)
Hace poco vi el documental “La ciudad de los fotógrafos” (los chilenos y chilenas están haciendo muchos y buenos documentales). Una de las secuencias que más hondo me llegó es una en la que una mujer muestra la única foto de familia que tiene, la única. La foto es casi un acto fortuito porque ella cuenta que se la regaló un fotógrafo que pasó por ahí algún día. Esa foto es la única forma de “ver” a su familia en la que hay desaparecidos. Mientras que, en el mismo documental, aparece una mujer llena de imágenes, unas colgadas a su ropa, otras sostenidas en sus manos y unas más alrededor, como abrazándola.
El otro día, estuve en la inauguración de la exposición de Gervasio Sánchez: Desaparecidos. Un brutal paseo por la (des)esperanza de lo humano y lo terrible de los conflictos armados “sucios” (¿hay de otros?) en el mundo. Más allá de la exposición (estupendamente armada), o las fotografías (increíbles y duras), la sección que más me afectó fue la última de la exposición, esas fotografías en formato grande que muestran a personas de distintos países posando para la cámara con la foto de su familiar desaparecido. Pero de entre ellas, las más duras de ver fueron aquellas en las que aparecen personas sin fotos. Es terrible ver una foto estupendamente hecha y ampliada a tamaño natural de alguien que a su vez no tiene una sola imagen que mostrar. Resulta tan conmovedor como terrible el ver una hermosa foto de alguien que ha sido despojado (y ni siquiera entramos en cómo sucedió), no sólo de una persona querida, sino de la posibilidad de “ver” el recuerdo de dicha persona. Da cierta vergüenza ser nosotros quienes podemos verlas a ellas (incluso comprar un libro para mirarlo en casa) mientras que ellas no tienen a quien ver.
Bien es cierto que la tecnología fotográfica está más o menos presente en todo el mundo (son por demás curiosos, pero habituales, los estudios de fotografía en África o América) pero a veces olvido que la fotografía, esa que se cuenta por billones en facebook y flickr, no está al alcance de todo el mundo y ha tenido cambios históricos. Esto me detona dos reflexiones (que son más pensamientos “en blog alta”):
1. Por un lado está la cuestión, ampliamente estudiada por la antropología, del poder de representación. Necesito reflexionar más sobre lo poderosa que es una tecnología de representación como la cámara fotográfica y lo que significa que, mientras que una mujer guatemalteca no tenga una sola fotografía de su marido desaparecido, haya personas en facebook con cientos de imágenes, no hechas por ellos, en las que aparecen. ¿Significa acaso que, como en casi todo, existe una cultura visual de primer mundo y otra de tercero? ¿Qué implicaciones tiene esto? No es sólo la vieja cuestión setentera del Pato Donald de Mattelard (que también, obviamente la mayoría de imágenes que hay de África en flickr están hechas por turistas o europeos), sino la profunda transformación social de la fotografía, lo que está en juego.
2. Hace poco leí el texto, de un coreano, en el que se criticaba la idea de la fotografía (objeto), como representación. Utilizando los rituales funerarios coreanos, el autor (de)mostraba cómo la imagen se transformaba durante la ceremonia. En la tradición funeraria coreana, la muerte implica la separación del cuerpo con el alma. La fotografía que suele ponerse en el funeral no es tanto la representación de la persona-cuerpo (que se encuentra escondida detrás de una mampara), sino que la connotación de la fotografía es de presencia-ausencia (el cuerpo está ausente, el alma presente). El alma (separada del cuerpo) está presente a través de la fotografía. El artículo es por demás interesante pero lo expuesto aquí es suficiente para explicar mi congoja ante esas mujeres y hombres que posaban para la cámara sin una fotografía, sin el “alma”de sus seres queridos presente, sin una imagen que les recordara que había habido un espíritu al que habían amado y que querían dejar ir al encontrar al menos el cuerpo. En lugar de eso, tenían sus recuerdos, escribían lo que era la persona. La fotografía no es sólo representación, es algo mucho más poderoso, aunque nosotros las veamos estéticamente colgadas en un bonito museo.
Notas para la construcción de una sociología de la fotografía digital
Todo comenzó cuando leí esta nota en El Periódico. Decidí visitar la puesta en escena en la galería àngels y hasta comprar lo que podría denominarse el catálogo de la exposición. Me encontraba justamente escribiendo el capítulo metodológico de mi tesis (en el que discuto las implicaciones éticas del uso de imágenes) así que no pude más que preguntarme ciertas cosas. Ya se han adelantado algunas reflexiones expuestas en el blog de Elisenda Ardèvol. Curiosamente, alguien “meneó” la noticia y se montó un improvisado debate. Las reflexiones que expongo a continuación son una segunda parte de ese diálogo (imaginario) con el Sr. Fontcuberta pero, sobre todo, el mío con mi objeto de estudio que son las prácticas de fotografía digital.
Sobre la fotografía digital.
A estas alturas resulta reiterativo señalar que las prácticas que utilizan la fotografía digital, además de cumplir con las mismas funciones de la fotografía analógica (argentaria le llamaría Fontcuberta), abren toda una nueva serie de posibilidades en donde los objetos, tiempos, formas y usos de la fotografía han cambiado (cfr. Okabe & Ito, 2003; Manovich, 2003). Incluso, propone el mismo Fontcuberta (2010), cabría preguntarse si seguirla llamando fotografía no es contraproducente. Continue reading “Notas para la construcción de una sociología de la fotografía digital”
El tesista “en la Tele”
Cuando era niño, tuve mis 3 o 4 segundos de fama cuando, quizá por un error de producción, el yo que era en ese entonces apareció en un tremendo close-up en el programa de Bozo, eran los setenta, era la televisión. Muchos años han pasado desde entonces y las canas me colonizan cada vez más. Vivimos tiempos 2.0, y subiendo, y ahora esto de salir en televisión ya no es tan “cool” como aparecer en los rankings de Youtube.
Pues bien, gracias a la inefable confianza, y “extreme marketing”, del buen compa Fernando, conocí a Cristina, quien encarna (la palabra en español es horrible en realidad) como nadie que haya conocido, lo que es una productora de cultura del Siglo XXI (así en sentido extenso). Gracias a esa carambola dospuntocerezca amistosa, acabé teniendo mis 6:02 segundos de fama (contando la cortinilla). Si atentemos a Warhol, todavía me quedan otros 8:58 que espero tener la oportunidad de tener algún día. Por lo pronto, gracias a Cristina, al equipo de la Malla y a Fernando por darme la oportunidad de “salir en la televisión” 😉
P.D. WordPress no me deja incrustrar el video y eso quizá signifique que ya tendría que comprarme mi propio dominio. En cualquier caso, es más divertido que lo vean “in situ”.
¡No pienses, dispara! Notas sobre lomografía
Gracias a mis amigos fotógrafos, este pasado cumpleaños recibí un regalo muy especial: Mi primera LOMO. La primera cosa interesante es que el regalo surge como la materialización de un comentario que hice en algún momento y es que, en el grupo en el que estoy participando, sólo las mujeres (ya no) tienen cámaras LOMO. Interesado por el “aura” que tiene una de las pocas cámaras de carrete que todavía se venden (y que además parecen gozar de buena salud), estuve investigando un poco (y la verdad es que una tesis sólo sobre la “lomografía” global sería por demás interesante). La historia completa está en el enlace de Wikipedia. Lo que quisiera resaltar como argumento es cómo, a través del tamiz del “mundo artístico”, una cámara de bajo presupuesto proveniente del viejo imperio ruso, logra sobrevivir convirtiéndose en un objeto de culto. Es decir, se resignifica (y revaloriza) y pasa, de ser una cámara para la diversión de las familias soviéticas, a ser una cámara para personas que tienen una visión “alternativa” de la fotografía (iba a decir iniciados pero tampoco quiero llevarlo más lejos). Lo curioso es que las investigaciones académicas más interesantes sobre la Lomografía provienen de los estudios de diseño que buscan: “integrar en el diseño, las prácticas emergentes de usuarios avanzados” y claro, los usuarios de Lomo tienen unas características propicias para ser un “grupo de control”. No sólo basan su práctica en una tecnología “imperfecta pero fuera de lo común” sino que se conforman como “comunidad” y adquieren una filosofía propia (no pienses, sólo dispara) que, en principio rompe con la idea “tradicional” de la fotografía (hay personas con mayor autoridad que analizan esto a fondo). Ahora bien, lo que parece abrirse es una de esas clásicas controversias “científicas” (¿artísticas?). Por un lado los lomo-usuarios pretenden una visión de la fotografía cotidiana, fugaz y “aleatoria” (para utilizar el término del post de Xataca). Mientras que los “fotógrafos aficionados”, en el sentido del trabajo de Bourdieu, buscan establecer límites y “reglas” a su práctica para “institucionalizarla” como arte. Lo que resulta curioso es cómo, la “filosofía Lomo” es en muchos casos, la filosofía no explicitada de la fotografía digital (me atrevería a decir que la que se hace con los teléfonos móviles, la que hacen muchos jóvenes, etc.). Un asunto para explorar con más detalle y quizá para escribir algo más serio.
El “fotógrafo” de la playa
Lo pensé mucho, por un lado estoy haciendo una tesis al respecto y por supuesto que como dato, lo que vi me resultó por demás interesante. Pero por otro lado, es difícil mantener cierta distancia cuando se ven estas cosas. La historia es que el finde pasé por la Barceloneta y atrás de mi estaban dos chicas muy atractivas haciendo topless (cosa por otro lado de lo más normal). Después de darme un chapuzón de buena fe (porque seamos sinceros, el agua se ve limpia pero aguas vemos, contaminaciones no sabemos), me di cuenta que un señor se había puesto atrás de mi, cerca de las chicas pero a sus espaldas y les estaba tomando fotos con su móvil. Aunque lo hacía con cierta discreción (ponía el teléfono cerca de su mochila de manera que no era evidente lo que hacía), desde mi perspectiva podía observarlo perfectamente. Total que decidí ponerlo en evidencia y fui yo el que le tomé una foto a él. Abiertamente, me acerqué, se la tomé, me vio cuando lo hacía y regresé a mi lugar. Minutos después, el señor este se iba y las chicas no se enteraban de nada. Seguramente el tipo tiene su colección, ya sea personal o en la red y, nuevamente los debates sobre la imagen y la privacidad se detonan. De cualquier forma, me pareció que lo menos que podía hacer era “exponerlo” y subirlo aquí.
Los besos como proceso de remediación cultural en Internet
La historia comienza cuando un día, de esos que no tengo nada interesante que decir, colgué un post con dos fotos de besos (de una “acción-social” de marketing de conocida empresa barcelonesa de ropa en donde se invitaba a la gente a besarse en una plaza pública). La segunda parte viene cuando me di cuenta que dicha entrada era la más visitada de mi blog y puse un post semireflexivo sobre ello. Desde hace unos días, las visitas a esta humilde enchilada han caído en franca picada y, después de echarle un ojo con lupa a las estadísticas, me di cuenta que ya nadie entraba al blog buscando la palabra “besos” en Google. Entonces, la busqué yo mismo para ver los resultados y cuál fue mi sorpresa al ver que, efectivamente mi foto seguía en segundo lugar pero ya no era la dirección de este blog a lo que enlazaba sino a otro blog (a un space para ser políticamente correctos). Ahora bien, movido por la curiosidad, seguí buscando “mi” foto y me la encontré, en un blog más e incluso en una versión corregida y aumentada en otro. Ahora bien, lo que me resulta interesante de la anécdota es, por un lado la “remediación” (reciclaje cultural podríamos llamarle), pero por otro lado cómo, mediante no sé cuáles mecanismos (léase Google y sus algoritmos), el tráfico, que originalmente se dirigía a mi sitio, ahora se dirige a otros. Es fabuloso (seamos sinceros, seguramente esos sitios tienen más que ofrecer para los que buscan “besos” que lo que puede ofrecer este blog pseudo-académico). Y la historia podría escribirse en clave de economía política en donde, ante los procesos de copia y uso de objetos digitales, en tiempos de Google, la presencia y el “éxito”, se van trasladando con la renovación de dichos objetos. Interesante porque por otro lado, ultimamente he leído muchas historias de cómo personas están utilizando fotos de Flickr (tomadas por otros) para hacer negocios, por aquí hay una pista sobre la reproducción de la “obra de arte” en la era digital.
Una rubia, en un restaurante árabe, con su móvil
Estaba cenando ayer en un restaurante árabe del Eixample cuando, en la mesa que estaba a mi derecha, llegó y se sentó una rubia de unos veintimuchos. Portaba un vestido ceñido con estampado setentero de tonos ocres, unas medias, casi de invierno, color café y unos discretos aretes que hacían juego con su maquillaje sobrio pero presente. Llegó sola y era evidente que esperaba a alguien. Un par de minutos más tarde, sacó un móvil de su bolsa y comenzó a ver las fotos que estaban guardadas en la memoria. Como yo estaba sentado de manera que ella me daba la espalda pero en diagonal, podía observarla perfectamente. Después de dar una vuelta por todas las fotos que tenía en su móvil (un nokia n73 de carcasa roja), puso la cámara delantera (ese móvil tiene una de mayor calidad detrás y una para videoconferencias donde está la pantalla) y se tomó una foto con cara de aburrida, después se la envío por un MMS a alguien. Siguió jugando con la cámara, tomándose fotos a sí misma y a las cosas de su mesa. Un rato más tarde, llegó su acompañante, un “chico de gimnasio” con camiseta apretada (como no) y bronceado perfecto. Se saludaron y pidieron comida como para un regimiento (de la cual sólo comieron la mitad). Él cogió el teléfono que ella había dejado sobre la mesa y, mientras llegaba la comida, comenzó a tomarle fotos a ella, luego ella le tomó fotos a él. Casi no hablaban, su interacción se basaba casi por completo en el mirar a través de la pantalla, fotografiar y luego comentar, mientras se intercambiaban de manos el teléfono, el resultado de las fotos. Cuando llegó la comida, él volvió a coger el teléfono y le tomó fotos a todos los platos mientras ella le pedía que le mostrase las imágenes. Así, mientras uno comía, el otro fotografiaba, esto duró unos minutos y luego dejaron el teléfono y comenzaron a comer ambos, dejaron de sonreír tanto. Antes de levantarme de mi mesa, noté que en la mesa de detrás de ellos, había 2 parejas que comenzaban a tomarse fotos con el móvil….
Para que luego alguien me diga que por qué hago una tesis sobre prácticas de fotografía en la vida cotidiana 😉