Todo comenzó cuando leí esta nota en El Periódico. Decidí visitar la puesta en escena en la galería àngels y hasta comprar lo que podría denominarse el catálogo de la exposición. Me encontraba justamente escribiendo el capítulo metodológico de mi tesis (en el que discuto las implicaciones éticas del uso de imágenes) así que no pude más que preguntarme ciertas cosas. Ya se han adelantado algunas reflexiones expuestas en el blog de Elisenda Ardèvol. Curiosamente, alguien “meneó” la noticia y se montó un improvisado debate. Las reflexiones que expongo a continuación son una segunda parte de ese diálogo (imaginario) con el Sr. Fontcuberta pero, sobre todo, el mío con mi objeto de estudio que son las prácticas de fotografía digital.
Sobre la fotografía digital.
A estas alturas resulta reiterativo señalar que las prácticas que utilizan la fotografía digital, además de cumplir con las mismas funciones de la fotografía analógica (argentaria le llamaría Fontcuberta), abren toda una nueva serie de posibilidades en donde los objetos, tiempos, formas y usos de la fotografía han cambiado (cfr. Okabe & Ito, 2003; Manovich, 2003). Incluso, propone el mismo Fontcuberta (2010), cabría preguntarse si seguirla llamando fotografía no es contraproducente.
Fontcuberta, que ha teorizado en extenso sobre la fotografía, ha sido también uno de las figuras que la han azuzado como creador, especialmente criticando su carácter representacional. Ahora bien, también ha “teorizado” sobre la fotografía digital. Por ejemplo, en su reciente “La cámar@ de Pandora” afirma que: “la fotografía analógica tiende a significar fenómenos y la digitale conceptos” (2010, p. 14) por lo que: “Hoy tomar una foto ya no implica tanto un registro de un acontecimiento como una parte sustancial del mismo acontecimiento. Acontecimiento y registro fotográfico se funden” (p. 28). Por ello, continua el autor: “Transmitir y compartir fotos funciona así como un nuevo sistema de comunicación social, como un ritual de comportamiento” (p. 31) que tiene: “codificaciones inherente a los diferentes grupos y colectivos” (en el catálogo de la exposición). Hasta aquí todo de acuerdo y su análisis está en consonancia con los discursos académicos actuales (cfr. Van House, 2009, por citar sólo una). Sin embargo….
Sobre la autoría, las epistemes y la ontología de la fotografía digital Su “política de la visión” es una política desde el poder, desde los discursos normativos del arte (y lo que quizá sea peor, desde los de la ciencia). Lo que resulta contradictorio es que, aún entendiendo que la fotografía digital requiere de un contexto claro para existir (ya que el acontecimiento-registro no puede leerse si no es dentro del contexto ideado por quien sube determinada imagen en determinado lugar, con determinado tiempo y con una idea de por qué lo hace). Fontcuberta irrumpe en ese “nuevo sistema de comunicación” y sin “conocer sus codificaciones” lo encasilla como “narcisista, exhibicionista” y un Gran Hermano sin su “idiosincrasia centralizada, autoritaria y represiva”. Irrumpe en esta práctica colectiva y la resignifica “en nombre del arte”.
Sobre sus proyectos, apunta, dice que son habitualmente “como pequeñas bombas de relojería”, por la provocación que tienen en un público imaginado (que no imaginario). Si ficción, simulación y fraude han sido los materiales con los que trabaja, su proyecto Through the looking glass presenta dos opciones: o Fontcuberta nos juega una broma a todos utilizando como material fotografías “robadas”, recontextualizándolas y convirtiéndolas en obra artística sólo por el hecho de firmarla él (a semejanza de aquella cita atribuida a Picasso quien decía: “La gente no quiere mis cuadros, quiere mi firma”). O, la segunda opción es que Fontcuberta cae en su propia trampa y se convierte en una simulación de sí mismo como artista sin darse cuenta que es la fotografía (esta vez la digital) la que lo ha resignificado a él y, en tiempos de Internet, ha dejado de ser un artista para convertirse en un “ladrón de imágenes”.
Él lo sabe cuando afirma que su proyecto:
“aspira a ir más allá de la descontextualización y de la apropiación, como estrategias radicales antiproductivas. Establece un diagnóstico de la conciencia contemporánea en la era de loe espejos (Internet es el gran espejo del mundo), y constata que el gesto de creación más genuino, más coherente, no consiste en fabricar imágenes, sino yace en el acto físico de la producción –de imágenes, productos, o lo que sea-, sino en la prescripción de los valores que puedan contener o que puedan acoger; valores que subyazcan o les sean proyectados” (en el catálogo)”.
El problema radica en que él asume, como “artista que toma riesgos”, que las imágenes no pertenecen a nadie porque están en la red. Me pregunto si le parecería igual de “artístico” que alguien tomara sus fotografías y las remezclara de alguna forma. Supongo que no tendría problema, ya se sabe, los artistas deben tomar riesgos.
Sobre la ética del uso de imágenes en red
No expondré a fondo esta cuestión que trato en extenso en la tesis pero sí quiero anotar algunas cosas que considero relevantes. La presentación de la exposición propone: Durante los últimos años Joan Fonctuberta ha estado coleccionando miles de estas imágenes anónimas para construir una nueva antropología social de la imagen, adentrándonos “a través del espejo” en la realidad caleidoscópica de internet. Todas las fotografías que aparecen tanto en la instalación como en la publicación, se han encontrado en páginas abiertas y de acceso público a internet, incluido muchas de contenido sexual explícito.
El problema aquí es más que semántico o legal. Si Fontcuberta, quien parece entender de fotografía digital, apela al anonimato (anonimato que por cierto no lo es para él ya que seguramente puede identificar cada imagen, de donde la bajó, en qué momento y si había alguien relacionado con la imagen), entonces no cree en su propia teoría. De la parte de “una nueva antropología de la imagen” no hablaré porque Elisenda ya ha dicho lo necesario y ella es la experta. Pero sí hablaré de lo “público”.
En un texto que escribí, junto con Amparo Lasén, proponíamos que los conceptos de público y privado tenían que ser problematizados. Si las fotografías digitales se insertan en redes de sentido contextuales, situadas y colectivizadas. La clave de su significado ya no está tanto en lo que representan sino en el contexto en el que se usan. Siempre pongo el mismo ejemplo al hablar de esto. Si una persona se desnuda en una playa (nudista o no), acepta que puede ser mirada y no es dueña de la mirada de otras personas, pero bajo ninguna circunstancia está aceptando ser fotografiada y mucho menos expuesta en una de las llamadas “redes sociales”. Si, es cierto, siempre habrá esa posibilidad, pero el que una persona lo sepa ni significa que lo está aceptando y mucho menos que sea “anónima”. El contexto es importante y alguien desnudo en una playa no es lo mismo que alguien desnudo en una consulta médica, en una discoteca o en una escuela. La desnudez no cambia, lo que cambia es el contexto en el que se inserta. De esta forma resulta más que evidente que cualquiera de las personas que, por cualquier motivo, decidió subir una foto a Internet sin restricciones de quién podía verla, no está aceptando que haya un cambio de contexto y su imagen sea expuesta en una galería barcelonesa, salga impresa en un libro y, por si fuera poco, se cobre por ella. Quizá una recomendación que podría darse a sí mismo es la que se encuentra en su libro:
Profesionales y amateurs: Las “batallas” por el sentido de la fotografía
Por último, la reflexión con la que quiero cerrar es una que me resulta interesantísima y se detona por los debates que ha suscitado el post de Elisenda. Mientras que un gran número de personas alaban la obra de Fontcuberta y sus reflexiones teóricas sobre la fotografía (es fácil encontrar loas en la red), los que no están en los círculos fotográficos tradicionales, parecen acusarlo de advenedizo y plagiario. Lo que está en juego es, en el fondo, discursos encontrados sobre la fotografía que, casi Kunhianamente, presentan paradigmas encontrados (aunque traer a colación a Foucault, que tanto parece gustarle a Fontcuberta, parece una mejor idea). Lo que está en juego aquí es el discurso dominante sobre lo que es y puede ser la fotografía. Pero para mi lo más interesante de todo esto es que ninguna de las personas que han comentado la noticia hablan de la privacidad de las fotos sino de su rentabilización en un proyecto artístico sin uso correcto de los derechos de autor. Para ellos y ellas la controversia está en los derechos de autor, no en los derechos de imagen. Esto me resulta interesante porque, finalmente, las personas que hacen fotografía (amateur o snapshot) y la suben a la red, no velan por su intimidad sino por sus derechos como creadores (lo que, cerrando el círculo, le da un poco la razón a Fontcuberta al decir que puede usar las imágenes de internet para sus propias obras). Fascinante sin duda.
Disclaimer final
Nuestra visión es como sociólogos y antropólogos de la mediación (visual, tecnológica, discursiva), no es la de juristas de la imagen ni de analistas artísticos. Dicho esto, debo decir que algunas de las obras de Fontcuberta (y sus textos) son por demás interesantes y sugerentes. Sin embargo, creí necesario escribir esto porque llevo 3 años trabajando con fotógrafos y fotógrafas, todos los días, y sé que no estarían de acuerdo con lo que plantea en esta exposición específica.
Referencias
Fontcuberta, J. (2010). La cámara de Pandora. La fotografí@ después de la fotografía. Barcelona: Gustavo Gili.
Lasén, A., & Gómez-Cruz, E. (2009). Digital Photography and Picture Sharing: Redefining the Public/Private Divide. Knowledge, Technology & Policy, 22(3), 205-215.
Manovich, L. (2003). The paradoxes of digital photography. In L. Wells (Ed.), The photography reader (pp. 240-249). London: Routledge.
Okabe, D., & Ito, M. (2003). Camera phones changing the definition of picture-worthy. Japan Media Review, 29.
Van House, N. (2009). Collocated photo sharing, story-telling, and the performance of self. International Journal of Human-Computer Studies, 67(12), 1073-1086.
«La autoría cada vez será más compartida y la idea tradicional de autor debería ser revisada». Lo de este mascachapas no tiene perdón de Dios. Y la culpa la tienen los que le hacen caso. Bien, pues que se aplique el cuento y no se ponga a llorar cuando le levantan “sus” propias fotos: http://www.quesabesde.com/noticias/fontcuberta-fotos-robadas-museo-frances-chartreuse_avinon,1_7639
Amén! 😉