Casi al final de su libro, Chalfen (1987) apunta que “Las innovaciones tecnológicas son, y continuarán siendo, menos importantes que la contribución de la cultura al proveer una continuidad en el modelo y patrones de la comunicación pictórica personal” (p. 166). Unos párrafos antes reflexionaba (sin realmente profundizar) en la transición de las películas de 8mm y súper 8 al videocasete (caso interesante que necesitaré revisar con más detenimiento). Tomando como ejemplo la publicidad de la grabadora AKAI de ¼ de pulgadas para la revista Penthouse (lo siento, la busqué pero no la encontré) en donde se mostraba a un hombre en bata que grababa a una mujer desnuda frente a una chimenea y en el cual se leía: “…estamos mostrándote sólo una de miles de formas de tenerlo…en video”, Chalfen desestima que una “nueva tecnología” transformara los hábitos (¿prácticas?) de generación de imágenes en el hogar. Hay varias cosas que discutir pero enumero dos: primero que pareciera que su visión, nuevamente, tiende a caer en ese determinismo que plantea que la incorporación de una nueva tecnología basta para “transformar” (para bien o para mal) a “lo social”. Una segunda cosa que me resulta más relevante para el análisis que comienzo a hacer es que Chalfen sólo se centra en el contenido de las fotografías y no en las prácticas de producción y distribución de contenidos (porque esos términos solían relacionarse más bien con los medios “masivos”). Y aún en relación con el contenido, más allá de que la gente siguiera tomando las fotos o videos de los niños soplándole al pastel, ¿Se hacían más tomas? ¿Se borraban secuencias que no le gustaban al papá (o a la mamá)? ¿Qué consecuencias tenía esto para el contenido?
Ahora bien, una segunda reflexión que se desprende de la publicidad comentada por Chalfen es la relación (una vez más) entre sexualidad y TICs que tiene una larga trayectoria pero poca investigación. Un ejemplo interesante lo aporta Coopersmith quien en su texto Pornography, videotape and the Internet señala que al “eliminar la dependencia externa (por no tener que revelar la película o el carrete en un laboratorio), se expandió la privacidad de las personas y con ello su campo de acción” (p. 29) y continúa diciendo que dos funciones técnicas fueron claves en el uso de estos nuevos dispositivos para la generación de contenidos sexuales: el autofoco y la posibilidad de utilización con poca luz. El texto es apenas un repaso general sobre esta cuestión pero propone otra cosa interesante (aunque no la enuncia así) que la industria pornográfica y la tecnología se co-constituyeron, no sólo la industria pornográfica encontró en el videocasete una tecnología propicia para su expansión sino que las prácticas desarrolladas por productores y usuarios también transformaron el tipo de contenidos que se elaboraban (cuestión que me parece pasó también con relación a Internet). Hay varias cosas para trabajar….