“Networked images”. A conversation with Anne Beaulieu and Sarah de Rijcke´s paper

I just finished the reading of the paper Mediated ethnography and the study of networked images — or how to study ‘networked realism’ as visual knowing of Anne Beaulieu and Sarah de Rijcke, that they presented at the Visual Methods Conference. What I would try to do now is to relate some of their thoughts with my own work in the spirit of exchange and share. I’ll do it in a personal and reflexive way more than to establish an academic critic of their work (which I found fascinating and useful).

The relationship between STS studies and research in cultural domains seems to be a difficult and  it has not been more explored (cfr. Couldry). In my own work I have tried to set a link between cultural production and the role of technology in its shaping. While there seems to be several works from STS that relate photography with technology (de Rijcke, Meyer), they all are settled in institutional and organizational environments. Therefore, the changing and shaping of image technology seem to be goal oriented since this use is framed by the institutions whose borders are relatively easy to trace. On the other hand, there is a huge corpus of research in photography as a cultural object. Not only related to the aesthetics but also many works that are interested in the circulation and “institutionalization” of those images, for example in the art field (Becker, Bourdieu). There is also a third corpus that reflects on the “impact” of new photographical technologies in the changing of society (for example how the Kodak Brownie camera created a new form of photography: the snapshot). My trouble is that these three fields are disconnected from each other and I need elements of the three of them to explain my fieldwork. The first (STS) is very aware of the mutual shaping between technologies and practices but lacks to incorporate the content, meaning and aesthetics of the images in their analysis. And also, they don’t seem to be interested in how people put their desires and tastes in the creation and circulation of those images. The second corpus (that we could call cultural circulation or social uses of photography) is concern precisely with these elements in order to understand the creation of visual elites and power, but seems to have a naive approach to technologies that make this possible. The third one (Social impact), is too technological deterministic and barely useful in an ethnography of the mediations.

With the emergence of digital technology, a greatest “networked complexity” is added to the equation. Continue reading ““Networked images”. A conversation with Anne Beaulieu and Sarah de Rijcke´s paper”

El poder de la imagen

La semana pasada estuve en un congreso sobre métodos (de investigación) visuales. La charla inaugural estuvo a cargo de Claudia Mitchell. Ella habló de su trabajo en África y cómo, con algunos ejemplos de campo, las imágenes hechas por jóvenes, habían logrado “transformar” algunos de los graves problemas de su cotidianeidad (la falta de seguridad en los baños escolares, la violencia sexual contra las mujeres, etc.) al ser vistas por las autoridades que tomaban decisiones. Otra de las cuestiones ampliamente discutidas en el evento fue la ética de la investigación con imágenes; el derecho a la privacidad de los informantes, la responsabilidad que tenemos, como investigadores e investigadoras, de salvaguardar su integridad, etc.

Justo al final de la semana, recibo tres o cuatro correos preguntándome “si había visto el video del metro”. Preocupado por no entender de qué hablaban, busqué lo que había pasado en la famosa estación de Balderas (de la que cantaba Rockdrigo), vi el video de principio a fin y el horror iba creciendo en mi mientras la cámara se mantenía impasible, inmóvil, frío testigo, ventana del drama.

Mientras que por un lado se discute ampliamente la postfotografía, la muerte de la función indexical de la imagen y la imposibilidad de su uso para la (re)presentación de la realidad, por otro lado, las cámaras de videovigilancia van creando una memoria de lo cotidiano (de sus muchos horrores y sus pequeños placeres): el video de la chica ecuatoriana golpeada por un estúpido en un tren en Madrid, este otro grabado en el DF, una golpiza en Alemania. En fin, una larga lista de “éxitos de youtube”. Una colega que vive en Nueva York me contaba que muchas tiendas están colgando en la pared las fotografías de personas robando, extraídas de los videos de vigilancia, en una especie de “galería pública del desagravio”. Si todas las imágenes de las CCTV pudieran estudiarse, los que hacemos investigación visual quizá tendríamos otra visión del mundo.

Si bien es cierto que los medios tienen (o al menos dicen que tienen) códigos deontológicos, la verdad es que mostrar escenas de cámaras de “seguridad” en la pantalla del televisor o el monitor de tu propio ordenador es como darte una dosis de terror sin anestesia alguna y en cantidades industriales. Una imagen RAW de la realidad en alta resolución. Me pregunto ¿dónde queda la privacidad de la persona que es asesinada? Que su intento e intención haya sido heroica ¿basta para que sus hijos, sus nietos, sus amigos, su familia, tengan que retener en sus retinas y sus memorias estas imágenes para siempre? Estas imágenes nunca pasarían un comité de ética para presentarse públicamente en un congreso. Sin embargo, los medios las amplifican de una manera estruendosa y estremecedora, la combinación de videovigilancia y omnipresencia mediática nos habla de que la imagen, como índice, esa que estaba muerta, dista mucho de estarlo, en todo caso, ha sido apropiada por los poderes para su propia conveniencia. Ahora bien, me pregunto (y quiero pensar) el que hayamos visto estas imágenes, como sociedad ¿nos hará cambiar algo en nuestra vida cotidiana? Espero (por nuestro bien), que, como en los ejemplos con los que inicié; Sí.

Fotografiar no es lo mismo que tomar una foto

Disclaimer

No es mi área de conocimiento ni mi estilo de escritura pero me aventuraré con este texto freestyle. Cobijado, espero, por mi trabajo de campo y mis reflexiones personales. Los expertos en la materia perdonen la intromisión.

No citaré ni a Barthes, ni a Benjamin, ni a Bourdieu, ni a Wells, ni a Sontag, ni a Freeman, ni a Berger, más que nada para no comprometerlos. Pero los he leído a todos y espero algo se me haya pegado

Alguien me dijo con respecto a una imagen: “me tomó una foto”, y yo pensé, quizá valga la pena elaborar, a nivel teórico, la distinción entre eso y “me fotografió”. Apunto algunas cosas que pienso describen cada acción para después articularlas en una reflexión más cercana a mi trabajo.

Fotografiar

Quien fotografía no sólo establece una relación técnica con la “realidad” a través de un dispositivo de visión, opta por ello con consciencia y reflexividad. Al hacerlo, se mira a sí mismo. Lo que está en juego no es sólo la re-presentación de lo que se fotografía sino la percepción personal sobre ello. La re-interpretación de lo que se ve mediante lo que se percibe. Las decisiones de encuadre, luz, momento (¿decisivo?) y el objeto a fotografiar son todas decisiones que conectan el ojo con lo que se fotografía a través de la cámara. Esta conexión pasa por la cabeza, por el corazón, y, en muchas ocasiones, por las vísceras).

Fotografiar es convertir el acto de hacer “click” en un pronunciamiento sobre la vida. Fotografiar es buscar una intención, es plasmar, en ese pequeño cuadro resultante, no sólo un momento que dura fracciones de segundo, sino un deseo de abandonarse, de entregarse a él. Mediante una ecuación de reciprocidad, esa entrega también busca poseer, perpetuar, eternizar. Para fotografiar no hace falta una cámara, basta la intención de dicha posesión, basta con el ojo, incluso con la imaginación. Muchos de los fotógrafos con los que he hablado lo dicen: “me gustaría tener una cámara integrada al ojo para poder fotografiar las cosas que veo y que me interesan”. Quien fotografía está por encima de la técnica, la domina sólo para obtener resultados más cercanos a lo que imagina. Lo que desarrolla es una forma de mirar el mundo, de entenderlo de manera visual, de encuadrarlo, de organizarlo, de darle una continuidad espiritual basada en la visión. Quien fotografía, genera una nueva ontología para los objetos de sus imágenes. Se basa, no en uno, sino en todos los sentidos, en su intuición y en su necesidad de trascender el momento y reformularlo a través de una práctica. Cuando esa mirada, esa interpretación y esa complicidad, es clara, se solidifica en la imagen resultante junto con el objeto fotografiado. Como el perfume que flota en el aire después de que haya pasado quien lo portaba, dejando una prueba inequívoca de su presencia. Cuando se fotografía, en la imagen casi puede sentirse la respiración de quien hizo click, los pensamientos que cruzaron por su cabeza, su cuerpo transmutado en la cámara, sus deseos, su relación, real o imaginada, con el objeto. Continue reading “Fotografiar no es lo mismo que tomar una foto”