Dos cosas sucedieron para hacerme escribir este post. Por un lado una estudiante de Colombia me hizo una entrevista interesada en mi trabajo de investigación sobre cibersexo. Por otro, que me topé con el interesante texto de Ori Schwarz: Going to bed with a camera: On the visualization of sexuality and the production of knowledge.
La trayectoria de Internet ha sido claramente de un medio textual a uno multimedia (o multimodal como apuntan algunos autores). La digitalización de los procesos, la convergencia y la masificación de aparatos de producción audiovisual, junto con el crecimiento en la(s) conexión(es) a Internet, ha dado como resultado que nunca en la historia de la humanidad se hayan producido tantas imágenes como ahora y nunca hayan podido ser vistas por tantas personas. Hasta ahí todo más o menos en el sentido común, ahora bien ¿cuál es la relación entre estas transformaciones y el ámbito de la sexualidad y la intimidad?
Schwarz traza un breve análisis histórico y propone que la relación entre visualidad y sexualidad es relativamente reciente. Por ejemplo, siguiendo a otros autores menciona que en el siglo XVIII la idea de la sexualidad estaba más relacionada con el tacto que con la visualidad y las relaciones solían llevarse a cabo en la oscuridad e incluso con alguna ropa puesta. De ahí reflexiona cómo la visualidad, de la mano de corrientes psicológicas, la publicidad, los medios y la “espectacularización” han hecho de la sexualidad una cuestión mayoritariamente visual especialmente con la pornografía como industria y como objeto.
A partir de esa reflexión, presenta su trabajo en el que entrevistó mediante el correo electrónico a personas que habían hecho fotografías o videos sexuales. El autor diferencia a sus informantes de aquellos que practican el sexo amateur. Es decir, las personas que entrevistó habían hecho fotos o videos con sus parejas para “consumo propio”. Lo que propone Schwarz es que: “El uso contemporáneo de cámaras en encuentros sexuales…solo podían darse una vez que el deseo ha sido visualizado, sin embargo, estas imágenes en cambio llevan la visualidad de la sexualidad a nuevas fronteras” (p. 639).
Habría varias cosas interesantes que discutir pero hay dos que me dejaron pensando:
1. El autor propone que la “documentación” de la sexualidad explota la posibilidad de convertirla en un objeto de consumo.
2. Este uso de la cámara (ya sea de foto o de video), se convierte en una “tecnología del yo” (por ejemplo apunta cómo las personas suelen ver estas imágenes como una forma de aprender de sí mismas, compararse con la idea que tienen de ella o él o su desempeño sexual y, sobre todo, “mejorar” a partir de verse.
Habría que reflexionar estas dos cosas que no son baladíes.
Sin embargo, lo que no hace el autor, y que echo en falta en su análisis, es el discutir el uso de las imágenes sexuales en contextos mediados (todas las personas que entrevistó tenían encuentros sexuales y los fotografiaban o filmaban para después verlos, casi siempre después del acto sexual). No es sólo la cuestión del “sexting” (concepto que se ha cargado demasiado de connotaciones negativas) sino la necesidad de una reflexión profunda y con trabajo de campo sobre las nuevas formas de sexualidad (que, es mi apuesta, cada vez tienen mayores componentes de mediación comunicativa visual). Quizá valdría la pena actualizar aquél trabajo sobre cibersexo a la luz de los últimos desarrollos sociotécnicos. Cuando hice aquella investigación apenas comenzaban a comercializarse webcams. Actualmente cualquier ordenador de última generación tiene integrada una. Los teléfonos móviles no estaban tan masificados como ahora y la banda ancha era un sueño lejano. Curiosamente, aquel trabajo surgió después de años de trabajar con la comunicación mediada como objeto. El mismo trabajo de campo me llevó a estudiar la sexualidad porque constantemente se hacía presente en las entrevistas y observaciones. Lo mismo me pasa ahora que estudio fotografía, por ejemplo uno de los capítulos de mi tesis (nonata) es sobre autorretratos y la cuestión de la sexualidad la atraviesa en el sentido extenso.
Una última nota para pensar. Schwarz propone que, al fotografiarse la sexualidad, ésta se integra en un repertorio cada vez más amplio de “momentos fotografiables”. De esta forma, apunta, el consumo de estas imágenes tiene dos lecturas; por un lado se relaciona con el consumo tradicional del porno (sobre todo los hombres) y por el otro, se consume como “recuerdos” de momentos importantes, de memorias (sobre todo las mujeres). Donde Playboy se junta con los álbumes familiares y la sociedad del espectáculo. Interesante.
opinioni su testo di D. Falllaci e Dacia Marain:confronto tra culture e su lr modalita de un intervento mirato a saconfigeren el terrorismo
Llegue a tu blog de cuasualidad, estoy haciendo una tesis sobre cybersexo y quisiera saber el nombre completo de Schwarz que lo mencionas en este apartado. Me interesa leerlo seria muy amable de tu parte gracias. Y tu nombre tambien para poder citar tu blog como referente.
su nombre es Ori Schwarz. en International Journal of Cultural Studies 2010 13(6):637-656. ics.sagepub.com/content/13/6/637.short
Gracias “ladrón”. Francisco, el enlace te llevaba a la referencia completa. Saludos.
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