Sin duda una de las cosas más estimulantes de tener un blog es eso que llaman “la conversación”. No le he pedido permiso todavía a Víctor (aka. el ciberciclonauta, viejo amigo de este blog con sus múltiples personalidades) pero estoy seguro que no le importará por su natural condición de compartir conocimiento (les recomiendo ampliamente su blog actual). Copio-pego entonces su comentario en mi entrada anterior porque más que comentario, merece ser un post (parafraseándolo, uno lee sus comentarios y dan ganas de postearlos). Aunque este no es ni será necesaramente un blog sobre “la fotografía” sino sobre la investigación en torno a las prácticas fotográficas digitales. Lo que plantea Víctor es por demás interesante y esclarecedor:
Sobre la fotografía de Niépce (que como historiador tengo grabada en la “linea del tiempo” mental) y su novedosa antagonista en eso de haber sido la “primera primera, primerita” (al menos en conservarse la impronta), lo único que te puedo decir es que hasta mucho después de Daguerre fue posible disminuir el tiempo de exposición de los materiales fotosensibles (haciéndolos más sensibles), a la vez que aumentar su definición, por lo cual:
a) una imagen fotográfica de un hombre con un caballo (seres vivos en movimiento) no era posible en 1825, además la imagen que vinculas tiene todo el carácter de un dibujo a línea (grabado o litografía);
b) las improntas en material fotosensible de copias de grabados y litografías (cosa a la que se había metido Niépce), ya existían desde 1816… el propio Niépce hizo trasvases en negativo de grabados y litografías. Hay una carta de Niépce a su hermano, de 1816, en la que le explica el proceso de obtención de negativos en fojas sensibilizadas con cloruro de plata (luego te paso la referencia). Todo para decir que el problema de “la primera fotografía” (o ese coco de los hitoriadores por el “origen de las cosas”) tendría que ver más con la obtención de una imagen en “positivo” de la realidad “tridimensional” en dos dimensiones, con la posibilidad de ser fijada en un soporte material y repetible “n” veces. Y me importa esto último por lo que se dice en algunos de los comentarios. La obtención de imágenes proyectadas mediante la famosa “cámara oscura” no data solamente de la época de Leonardo, sino desde Aristóteles (ver la Caverna), y tuvo su contraparte en el mundo musulmán con Alhazen (Abu Alí al-Hasan ibn al-Hasan ibn al-Haytham, 965-1039), pero como todos sabemos, eran imágenes que era posible verlas en el momento en el que se proyectaban (ocurrían) y no “después”, pues no se podían conservar. Los primeros intentos “científicos” por “fijar” (conservar) una imagen, no tanto la proyectada mediante la camara oscura sino por contacto con otra imagen, de manera perenne, datan de principios del siglo XVIII cuando Johann Heinrich Schulze trató de conservar las imágenes que se obtenían con hojas o soportes impregnados de substancias fotosensibles (conocidas ampliamente desde la edad media). Sin embargo, la fijación de las imágenes no era perenne y al cabo de un tiempo se borraban.
Todo para decir que la imagen del hombre con caballo (de 1825), que bien podría ser un “contacto” -como decían los fotógrafos de antes de que tú nacieras con la cámara digital-, de una imagen grabada, dibujada o litografiada, no era la primera ocasión en la que se obtenía, aunque sí posiblemente en la que se fijaba de manera perenne. Pero lo que importa para la fotografía como técnica de registro de la realidad, es justamente registrar la tercera dimensión en dos dimensiones, en “positivo” (concepto que se pierde con el arribo de la era digital pues ya no es necesario el paso del “negativo”) de manera perenne… Aunque esto último es una falacia: cuando yo era fotógrafo el mejor anuncio de Kodak para los profesionales era asegurarte que mediante sus procesos de laboratorio podías obtener una imagen garantizada para durar 500 años… una bicoca para los registros de los actos culturales del neolítico que conservamos. Siempre me pareció una exageración pues las impresiones finas en BN (laboratorio artesanal, seis baños después del fijado, etc.) me parecía que perdían “fuerza” después de cinco años. Ni que decir de lo que me decía un entendido de la era digital hace unos días: las imágenes conservadas en respaldos electromagnéticos tienen una vida útil de siete años, mientras que los respaldos digitales (CD) no se garantiza su vida más allá de los catorce años.
Todo para decir que, con todo y todo, Niépce fue un chingón.