Para Ana, por ser una fotógrafa en toda la extensión de la palabra
Hoy vi una luz que nunca había visto. No es una metáfora, acostumbrado como estoy a que en éste, mi nuevo país, la luz sea un bien escaso, me llamó la atención la luminosidad del día y la temperatura de la luz. Era blanca, casi como si el sol se hubiera transformado en un neón gigante. El rojo de los ladrillos, de los edificios que se pueden ver desde mi departamento, era aplastado por esa luz, como si estuvieran dibujados sobre un fondo blanquecino. El cielo perdió su azul acostumbrado y se tornó blanco. No hacía falta mirar el termómetro, mientras ondeaba la bandera británica que puedo ver desde mi ventana, el frío se pegaba a las ventanas de manera amenazante y esa luz me pedía mirarla. No había tenido un buen despertar y había decidido quedarme trabajando en casa, era uno de esos días en que “mandaría todo a hacer puñetas”, como diría Aute.
Y recibí un correo, y lo abrí.
No hay nada baladí en la vida, acostumbrados como estamos a tenerla a nuestra disposición y convertirla en una sarta de triunfos y quejas, de consumos y hedonismos, de esperanzas en lo imposible y de cegueras ante lo evidente, solemos perder el rumbo. Y de repente va la vida y nos toca en el hombro, y nos dice: “hey, chst, ojo, que aquí estoy y más te vale que te des cuenta pronto de lo que realmente es importante”.
Conocí a Ana hace muchos años, compartíamos sinergias en el observatorio para la cibersociedad y junto con Fernando, Joan, Nicole y más gente, era parte del grupo que hacía posible, entre otras cosas, esos monstruos-milagro que fueron los cibercongresos. Mucho antes de que se hablara de “crowdfunding” y “colaboratorios”, estos compas echaron a andar una iniciativa majestuosa que perduró (y perdura) más que muchos proyectos financiados con millones. Ana se presentó como “arquitecta de la información” y, cuando en una de nuestras primeras conversaciones me enteré que había estudiado fotografía le dije: “Ana, eres fotógrafa, siempre preséntate así”. Y ella, con esa tierna timidez que la caracterizaba me decía que no, que no era practicante. En la agenda de mi teléfono la nombré así: “Ana fotógrafa”, para recordarme, cuando la llamara o me llamara, que a pesar de no ganar dinero con ello (o quizá por ello), ella era una fotógrafa. Nos vimos varias veces, con Nicole como tercer vértice del triángulo de marchas. Varias veces nos desvelamos por la calle Blai, tomando birras, hablando de cosas trascendentes y de cosas triviales, era un placer compartir tardes y noches con esas dos grandes amigas. El trajín de la vida cotidiana nos fue separando, ellas se veían constantemente por trabajo o cuando venía Fernando de Madrid. Yo me fui hundiendo en las cavernas de la tesis, que son solitarias y oscuras, y dejamos de tomar esas birras. Nos vimos una vez en un taller de autorretratos con Cristina Núñez y la vi emocionada y entregada a un proyecto que la haría recuperar su verdadera identidad, la de fotógrafa. Alcanzamos a tomar un café rápido con otros miembros del grupo y tuvimos que salir corriendo cada quien para su rumbo. La última vez que la vi, curiosamente, fue justo antes de venir a Inglaterra a mi primera estancia, en un mexicano de Gracia, con Nicole y Fernando, hablamos de iniciar una correspondencia fotográfica que nunca cumplí. De eso ya han pasado dos o tres años. El día que Nicole me habló de su enfermedad no logré reunir el valor para llamarla. Después de tantos años no sabía qué decirle, mi eterna broma sobre su condición de fotógrafa parecía absurdamente inapropiada, mi ausencia como amigo en momentos como esos era imperdonable y cobardemente le deseé, con todas mis fuerzas, que estuviera bien, sin llegar a decírselo.
El correo que recibí hoy la traía de vuelta y la traía precisamente como fotógrafa. No hay mucho que pueda yo decir, ella lo dice con tanta contundencia que no hacen falta más palabras:
En cualquier otro caso hablaría de la relación entre fotografía y subjetividad, citaría a Jo Spence, comentaría los procesos de visibilización y empoderamiento usando la cámara, de sanación. Hablaría de la valentía de una fotógrafa, de lo sublime y profundo de sus imágenes, de lo impactantemente bellas que son. Yo no soy creyente, en casi ninguna de sus facetas, mi absurda racionalidad me gobierna así que hablar de cualquier tema de estos sería baladí porque serían incapaces de explicar lo que este proyecto realmente es, un proyecto de vida. Lo único que no es baladí es la vida y hoy celebro, con todo mi corazón, la vida de Ana, la vida de Ana mi amiga, la vida de Ana la fotógrafa. Pero una cosa sí quisiera que quedara racionalmente claro, que este es un proyecto que sería lindo que apoyaran, no porque sea un proyecto de fotografía maravilloso o porque Ana sea mi amiga, sino porque es un proyecto con mucha más profundidad de lo que parece, como ella afirma, es casi un proyecto religioso, eso sí, en el mejor sentido del término. Yo, sin duda, lo voy a apoyar.
Hoy hubo una luz que nunca había visto e incluso pensé en fotografiarla, no lo hice. Tenga el nombre que tenga, hoy tuve también mi visita y venía en un correo en forma de enlace.
Cordial Saludo, acabo de encontrar tu blog gracias a tu libro. Me ha tocado mucho este post y el trabajo de Ana. Gracias por compartirlo!
Hola Julia, gracias por tu comentario ¿leíste mi libro? Sería genial saber qué piensas. Un abrazo hasta Colombia (que acá entre nos, es mi país favorito)
Hola Edgar, aún no lo le leído pero acabo de pedirlo, por eso encontré tu blog 🙂 entonces esperemos que llegue. Un abrazo!
¿Cuándo vienes a Colombia?
Bueno, ya me contarás qué te parece. Aquí en el blog encontrarás varias cosas que creo podrán interesarte también, me alegro que hayas llegado aquí. En cuanto ir a Colombia, hace un par de años que no voy, creo que debería volver pronto. Siempre estoy abierto a invitaciones a Colombia (y no conozco Manizales). Podríamos pensar en organizar algo por allá ¿Conoces a Diego Arango de la Universidad de Medellín? La última vez que fui a Colombia fui invitado por él a un evento en la escuela de comunicación.
Abrazo y seguimos