No he tenido oportunidad de explorar esto a fondo ni de consultar la bibliografía adecuada como para reflexionar sobre un “nuevo régimen de visualidad” dentro de los procesos sociales, culturales y psicológicos. Lo que sí puedo pensar (ya con un poco de base en mi trabajo de campo) es que la posibilidad y facilidad de producción de imágenes tiene tanta penetración en las sociedades occidentales que cada vez parece más difícil “ser y estar” sin generar un registro visual de ello. Hace poco en un concierto masivo lo comentaba con una amiga muy querida que estaba impresionada porque ya nadie miraba al escenario con sus ojos sino a través de una pantallita. Ayer me encontré con esta foto y, si lo que dicen los sociólogos visuales es verdad y esta imagen nos sirve como dato, algo está definitivamente sucediendo.
Es muy interesante la fotografía, si a esto le añades los nuevos mensajes SMS con las palabras recortadas (Móviles) y este otro en internet sobre soft, post, mail, etc. y el montón de siglas que hay para bautizar plataformas políticas y demás, más que latín habrá que saber sobre ciencia ¿ficción?
Un abrazo, es un blog muy bueno.
Edu
Eduard, gracias por la visita y el comentario, la fotografía es tan interesante que hasta estoy haciendo una tesis sobre ella 😉 Muy guapo tu trabajo por cierto.
alucinante
Hola compa, ¿cómo estás?
La foto es excelente y me parece que tiene mucho que ver con la memoria y el registro de lo vivido. Hay una fuerte necesidad actual de dejar registro de ello; el mero relato de lo vivido no alcanza. Sin registro (externo) no hay memoria. Se ha destituido el registro interno (humano) y todo aquello que no este digitalizado y registrado (externamente) no tiene lugar en este mundo. La memoria humana es muy frágil y precaria para el complejo mundo en el que vivimos, y hay que ayudarla de estas formas. El hecho de mirar a través de la pantalla creo es sólo consecuencia de esto, no un fin en sí mismo. Cuando se pueda estar y registrar (imaginariamente todo), sin necesidad de mirar por una pantalla, se hará de ese modo.
Te mando un fuerte abrazo
Roberto Balaguer
http://blogs.robertobalaguer.com/vidasconectadas/
Estoy de acuerdo con Roberto, pero me resulta curioso cómo dejamos de experimentar el presente para atesorarlo en el futuro. Cierto que lo experimentamos de otra manera (ver a través de la pantalla, introduciendo un elemento mediador y fronterizo), pero renunciamos a algo que sólo se produce en ese instante y no se va a repetir (ver sin la pantalla). A mí personalmente me gusta más la directa, será que soy muy clásica 🙂 Pero me pasaba también con la tecnología analógica. Creo que fue en un relato de Millás que jugaba con dos figuras en sus personajes: el que está destinado a ser narrador y el que está destinado a ser actor. La vida es un poco así, pero quizás ahora estamos en un tercer estadio: el actor que se narra a sí mismo, el narrador que no tiene más remedio que actuar para contarse.
Interesante lo que comentan Roberto y Tíscar. Tíscar, esto último es interesante desde el punto de vista filosófico porque pareciera que la existencia es posible sólo gracias al registro que dejamos de ella. El otro día leía algo sobre cómo las personas de hace un par de siglos, no las famosas sino las de a pie, no dejaron un sólo registro de su paso por la vida. Si yo muriera hoy (toco madera claro está), al menos habría unas cuantas imágenes y esta enchilada para demostrar que existí. El “Pienso luego existo” necesita un tercer estadio como dices tú: Pienso, luego existo, luego me narro. Y quizá hasta con una vuelta de tuerca: Porque me narro es que existo (al menos eso pienso).
Porque me narro es que existo, luego pienso para narrarme. Vaya juego estamos montando 🙂
Lo de que la existencia sólo existe gracias al registro es muy curioso de observar en las experiencias viajeras. Toda la industria del souvenir está montada sobre eso. Fotos de “yo y el monumento” para traer de vuelta a casa (veanse hordas japonesas en su versión más hiperrealista). Eso lo aprendió pronto el Hard Rock o UCLA. Sólo habías visitado una ciudad si te paseabas con una camiseta de su franquicia (y además te asociaba a un rollo cool). O el acto de enviar una postal, que ya se ha perdido. Cuando estuve de Erasmus (edad de piedra digital) e íbamos de excursión a alguna ciudad del país, teníamos la costumbre de comprar postales y sellos, para después de comer buscar una cafetería y ponernos a escribir como locos. El objetivo era dejar el rastro en algún buzón de aquella ciudad. Nadie escapaba de aquella práctica. Era algo colectivo, ritualizado. Terminar muy pronto o escribir muy pocas no era una buena señal en el grupo 😛
El mensaje escrito siempre era estúpido, rutinario. Porque el mensaje era otro: “estoy aquí y lo demuestro con este acto, el matasellos lo atestigua”. Ni siquiera era informativo, pues hablabas por teléfono mucho antes de que llegara la postal. Era simbólico. Ahora se ha sustituido por la cámara digital, la conectividad y la geolocalización. El matasellos es la metadata digital, que se encarga de revelar el mensaje. Esa foto en ese lugar en ese momento se produce y se publica al instante para “narrarse”, para “existir”
Bueno, bueno… me voy un fin de semana largo y analógico y al regreso…menuda charla, eh? 😉 ¡Fascinante discusión!
Para mí ha sido casi inevitable, en estos últimos años, preguntarme desde mi lugar de psicólogo e investigador frente a estas cuestiones, qué papel cumple el registro y sus conexiones con la memoria y la existencia. Y creo que cada vez más los registros son fundamentalmente validadores de existencia. Lo que no tiene registro externo tiende a dejar de existir; sino preguntarle a Google y dentro de muy poco también a Youtube. No es sólo si me narro que existo, debo narrarme y ser validado por OTROS y para ello, el mediatizador válido es el registro externo, no la palabra. Esto, culturalmente hablando destituye la memoria, la invalida como registro suficiente para esta nueva matriz cultural que habitamos. Lo que señala Tíscar es muy cierto: también la foto, la postal de otrora, el matasellos VALIDABAN la palabra, el acto de haber estado ahí. Sin ellas, había que: CONFIAR que era cierto que uno había estado ahí. Cada vez es más importante la validación externa y menor la confianza en la palabra y en la narración, pero no sólo ajena sino propia y eso sí es un cambio estremecedor. En otros términos:
“Pienso, luego existo” no alcanza. ¿Pero…porque me narro existo? Mmmmhhh…no alcanza.
“Pienso, luego existo, solo si, los otros validan el registro de aquello pensado”. Pero eso sólo garantiza mi existencia hasta la próxima entrada y si no…pregúntenle a cualquier bloguero y de eso creo que uds. dos saben bastante más que muchos, no?
Gracias Edgar por este espacio. Saludos a ti y a Tíscar también.
Roberto
Great! Great!… one question: source?
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